miércoles, 27 de abril de 2016

CONCENTRANDO NEGOCIOS, GLOBALIZANDO POBREZA


No se debe analizar la cuestión argentina sin una atenta mirada global. El mundo está dominado por pocas personas, y pensado para pocas personas.



Los organismos internacionales más conocidos como la Organización de las Naciones Unidas, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, y la Organización Mundial de Comercio son profundamente antidemocráticos, sectarios y excluyentes.

El FMI con fama bien ganada de gobernar gobiernos con las riendas del endeudamiento y el látigo del ajuste interno para el pago externo, está gobernado por cinco países, y al decir de Eduardo Galeano, da órdenes a todos los países del mundo, salvo claro, a los que dan las órdenes, ya que pueden ser sádicos, pero no masoquistas.

El Banco Mundial está dirigido por ocho países, levemente más democrático que el FMI. Estos ocho países, ninguno "en vías de desarrollo" deciden en nombre de la humanidad.

La OMC, la que decide quién gana y quién pierde en el mundo ha sido concebida como un organismo democrático. Sus estatutos dicen que las decisiones serán tomadas por el voto democrático de sus miembros. Pues, nunca, nunca se votó en la Organización Mundial de Comercio. Ni una sola vez. 

En las Naciones Unidas estamos todos los países, pero el que toma las decisiones es el Consejo de Seguridad, que es quien habilita o no las guerras por ejemplo. Este Consejo esta gobernado por los cinco países que tienen derecho a veto. Todos los demás pueden decir todo lo que quieran, zapatear y hacer cabriolas, pero solo los cinco con derecho a veto mandan.

Esto es una síntesis de la globalización, atravezada además por los intereses en estos organismos, de las grandes industrias, de armas, biotecnológicas, de drogas, entre las con más poder. Y los tanques de guerra de estos tiempos de modernas campañas que fomentan la autodestrucción: los grandes comglomerados de medios de comunicación concentrados que fabrican realidades como caramelos envenenados.

El resto de los países del mundo, los que están llamados a obedecer, tienen un margen acotado de maniobra según sus gobiernos y su alianza con otros. En América Latina se ha dado desde hace una década un fenómeno con características preocupantes para el poder global. El Mercosur, la Unasur, la Celac, el Bricsa son peligrosos emergentes de un bloque que pone en riesgo el yugo sobre los países que lo integran. Y eso para los dueños del mundo es intolerable.

En Honduras y Paraguay ya han actuado. En Venezuela ya es casi un ejercicio gimnástico el golpe de la derecha, hasta ahora sin éxito. En Bolivia arrecian con campañas de desprestigio de la democracia, mientras en Brasil con la campaña de los grandes medios van logrando el suicidio colectivo, por ahora con el Congreso. Hicieron intentos en Argentina es los últimos cinco años sin éxito por el camino de la desestabilización respaldada por los grandes medios de comunicación y el poder económico de las corporaciones financieras. Y con éxito a partir de la desinformación y el mensaje fraudulento de bienestar y alegría que terminó con el triunfo de una minoría profundamente antidemocrática que ejerce la antipolítica como modelo de gobierno integrado por empleados de las grandes corporaciones.

Este éxito reciente en la argentina es una bandera que mostrarán al mundo de como la globalización concentra riqueza y expande pobreza.

En ciento veinte días 140 mil despidos un promedio escalofriante al que se suma una transferencia entre devaluación y quita de retenciones a las corporaciones de u$s 120 mil millones es el resultado en Argentina del triunfo de la globalización de la pobreza y la concentración de la riqueza que se planifica en aquellos grandes centros de decisiones y se ejecuta en los países condenados a obedecer.

Por eso el ataque despiadado, tenaz y persistente a los gobiernos populares de América Latina que como nunca antes habían redistribuído la riqueza al pueblo afectando los intereses del poder corporativo local y global.

Frente a esto, es imprescindible la construcción de un sólido Frente del Campo Popular en cada país, que en argentina puede conformarse a partir del Frente Ciudadano que aporte el peronismo, la UCR que no claudique ante el coservadorismo que la atraviesa y todas las demás fuerzas progresistas que resisten con dignidad el embate corporativo.

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