jueves, 5 de mayo de 2016

HAY QUE ESCARBAR MUCHO...


...en la historia del sindicalismo argentino para encontrar algún inferior que pueda disputarle liderazgo a estos dos carneros.


Los mejores rastreadores tendrán serias dificultades para hallar parangón. No hay trampa que no hayan practicado con inusitada aplicación, en sus gremios y en cuanto espacio hayan pisado. Luis Barrionuevo y su cuñado Dante Camaño están llamados a ser parte importante de la historia sindical argentina. De la más oscura, triste y nefasta, por supuesto.

La barra brava de Chacarita, las urnas quemadas en Catamarca, la patota que impone la "democracia sindical" a los sopapos, los negocios de las obras sociales, son parte minúscula de estos azotes del campo popular.
   
Repelidos por el Proyecto Nacional fueron por la colectora ideológica a recalar al sitio fértil que expresan las corporaciones económicas neoliberales tan cercanas a su perfil empresario como lejanas a los intereses de los trabajadores.

Los medios de comunicación los tenían hasta hace unos pocos días como los espadachines estrellas del campo sindical para potenciar despidos y bajas de salarios con la anuencia gremial que supuestamente ellos expresaban.

Pero como viejos zorros que son, y contando ya con el manejo de la caja de 26 mil millones que significa el trueque que hicieron con Macri para entregar a los suyos, observaron con la sagacidad del tramposo que este gobierno está entrando en una peligrosa espiral de caída frente a la sociedad. 

Por eso este cambio tan abrupto como descarado de postura. Ahora sí se reconoce que hay despidos masivos y se organiza una multitudinaria marcha en su contra.

Siempre que sean los intereses de cúpulas los que primen, los trabajadores serán usados para reciclar a esta dirigencia claramente entreguista y traidora que hoy tiene una postura despreciable, y mañana simula espíritu de lucha solo para no perder la cabeza frente a la vieja advertencia de que las masas marcharán con sus dirigentes a la cabeza o con la cabeza de los dirigentes.

No todo el sindicalismo argentino es así. Pero claramente los de mayor peso sí. Tampoco siempre fue así. No. Hubo otro sindicalismo, uno apegado a los intereses de los trabajadores y representativo 100% de esos intereses. Hubo dirigentes sindicales que no construyeron imperios económicos sobre la entrega de sus representados. Hubo dirigentes sindicales que siguieron siendo trabajadores y no se convirtieron en empresarios. Esos dirigentes sindicales no respondían a una organización verticalista cuya cabeza tomaba todas las decisiones y las bases solo acataban. 

Se pueden mencionar entre otros, pero claramente distinguidos por la lealtad y espíritu de lucha a los protagonistas de conducir el Cordobazo. Agustín Tosco, Atilio Lopez y Rene Salamanca, entre otros son la antítesis de estos vergonzantes y patéticos representantes sindicales que hoy chapalean en el chiquero de la mezcla entre negocios y traiciones.

Para aquellos dirigentes, la organicidad era de las bases a la conducción. Nunca al revés. Todas las decisiones importantes eran discutidas, bajadas a las comisiones internas de las fábricas, debatidas por los trabajadores y la decisión de consenso era para esos dirigentes bandera de lucha irrenunciable. Distinto, ¿no?. Ya que hoy las bases se ven obligadas a "consultar" a sus delegados, y éstos invariablemente desde el vacío de su ideal de sindicalismo, responden "somos orgánicos con la conducción nacional" y no tenemos nada para informar. Penoso. Patético. 

Dos nichos fundamentales debe enfrentar el próximo gobierno que desde el Campo Popular suceda a la tragedia en ciernes que dejará este fragelo que hoy nos atraviesa. 

El primero, hacer una reforma política en serio para que tal como lo impone el sistema, sean los partidos políticos las estructuras democráticamente conducidas las que fijen las políticas que cada parcialidad ofrece al electorado. Y que se constituyan en garantes de la ejecución de las mismas por encima de los liderazgos circunstanciales por positivos que ellos sean. De tal modo habrá control partidario y social, como también se evitarán los vacíos que producen los cíclicos desgastes de esos liderazgos.

El otros nicho a recuperar para que hablar de democracia no sea una afrenta a la verdad y la inteligencia colectiva, es el sindicalismo. Es imprescindible que los gremios dejen de ser cotos custodiados por matones al servicio de pequeños o grandes imperios personales o familiares que no tienen absolutamente nada que ver con la transparencia, la verdad y la democracia. Mucho menos con la defensa de los intereses de los trabajadores. Es necesario que en la pirámide organizacional, las decisiones y el poder esté en la base, nunca en el vértice que ya lejano de éstas no es más que una supra patronal no pocas veces más opresora que la real.

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