sábado, 28 de mayo de 2016


EL NEOLIBERALISMO UN MODELO DE SOCIEDAD






En todo el mundo es igual. Las recetas son todas hermanas gemelas. Frías, impiadosas y sanguinarias.


Desde el fondo de la historia y sus primeros mentores, siempre hubo pensadores que cultivaron la desigualdad con dedicación y empeño.

No es casualidad que Aranguren diga, "si les parece cara la nafta que no carguen" cuando aplicó los aumentos reiterados a los combustibles, o que Frigerio critique que "en la patagonia con -10° la gente en la casa andaba en remerita" justificando así el descomunal aumento en las tarifas de gas. Tampoco sorprende que el economista del PRO y ex candidato a vice presidente del radicalismo Javier Gonzalez Fraga sostenga que durante el gobierno popular, a los argentinos "les hicieron creer que un empleado medio que su sueldo medio servía para comprar celulares, plasmas, autos, motos e irse al exterior". 

Y no es casualidad ni sorprende, porque por clase y formación, estos funcionarios se consideran llamados para mandar. Y los llamados para mandar, hijos, nietos, y bisnietos de patrones lo pueden todo. Mientras que los trabajadores mucho menos, y nada.

Lo que se plantea en la argentina ahora con gran contraste es que no se trata solo de políticas económicas, sino de distintos modelos de país. El modelo que aplicó Nestor Kirchner, que no apostó a ciudadanos de primera que si pueden, y de segunda que nada pueden. Un modelo que miro hacia adentro y gobernó para el pueblo ignorando las presiones del poder corporativo.

Y el otro modelo, este que elegimos hace seis meses que piensa como lo expresan sus funcionarios. Que hay una clase social que puede todo, y otra, compuesta por la mayoría cuyo papel es hacer posible que aquellos lo puedan todo y por ende entregarles su esfuerzo, sacrificio y bienestar.

Esa clase social, la oligarquica, es social, económica y culturalmente sólida. Su matriz y simiente no se contaminan jamás con nada que tenga que ver con lo popular. Es pura y mantiene el mismo modelo sin importar tiempo ni espacio. Tiene un enorme poder porque concentra en lo económico, lo que le permite disponer del aparato comunicacional global para influir sobre las mayorías que necesita someter.

Es ese mecanismo e influencia lo que permitió que millones de argentinos que trece años atrás no tenían para comer, y que durante esos años consiguieron no solo comer, sino también cargar nafta en sus autos nuevos, andar en remerita en su casa con -10 de temperatura exterior, comprarse celulares, plasmas, y viajar al exterior, creyeran que todo era, solo y exclusivo fruto de su esfuerzo personal. La propaganda les decía que si no fuera por el gobierno durante el que lograron todo eso, hubiera sido mejor todavía.

Millones de argentinos creyeron que del estado y la política, lo único que recibían eran estorbos para un mayor bienestar. Se dio una vuelta más a la tuerca de la despolitización que comenzó a enroscar la dictadura.

Eso permitió en voto al Cambio. Nunca nadie explicó en que consistía el cambio. No era necesario. La consigna era suficientemente atractiva. ¡Queremos un cambio! clamaban los que salieron de la pobreza, ¡queremos un cambio! agitaban los que lograron trabajo, vivienda, jubilación, conocer el país y el mundo. Fue contagioso y letal.

Hoy a solo seis meses, cientos de miles de esos millones están sintiendo el cambio. El cambio llegó de la mano del cartero con forma de telegrama de despido y las boletas de servicio multiplicadas por cinco y por diez, de la mano del almacenero, el carnicero, la farmacia, y las tiendas con precios "sincerados". El cambio llegó también de la imagen de la TV, de las páginas de los diarios y las voces de las radios, anunciando que todo lo que habías conseguido "con el fruto de tu esfuerzo" era una ficción. Que la realidad que el cambio te viene a mostrar es que aquel sueldo medio que tenías y con el que conseguiste todo, solo te sirve para sobrevivir pobremente. 

Porque ahora el estado se está retirando de tu vida, ya no va a ser el estorbo que te permitió lograr todo lo que lograste con tu esfuerzo.

Ahora el estado va a molestar a otros. Esos otros son las corporaciones que gobiernan, y que se están flagelando con el estado. Se están dando látigo y sal con la devaluación, la eliminación de retenciones, el incremento de las tarifas de luz, gas, peajes, combustibles, comestibles y todo lo demás que te proveen. Están reventando billeteras, cuentas y sociedades con lo que antes a vos te permitía lograr "con el exclusivo fruto de tu esfuerzo". 

Quizás ahora comencemos a darnos cuenta que fuimos víctimas de un fraude comunicacional, ese que nos llevo a entregar todo lo que teníamos al poner nuestro voto para cambiar el modelo de país. Pasamos de aquel que sentó las bases para que tengas trabajo, para que puedas emprender, y para que el fruto de tu trabajo y empresa se transformen en casa, auto, plasma, viajes, para que tengas bienestar y calidad de vida, a este modelo de país que te dice que eso no era para vos. Que eso es para un sector social que no te contiene. Este modelo te dice claramente que no sos la oligarquía, que a ella la podes mirar por la televisión, pero nunca pretender usurpar un lugar que no te corresponde.

¿Aprenderemos? Quizás. Ahora debemos poner manos a la obra para poner en marcha nuestro espíritu crítico y especialmente nuestra capacidad ociosa de madurar la idea que todo, absolutamente todo lo que nos pasa, tiene que ver con nuestro esfuerzo personal, pero también, y especialmente con la política. Porque es siempre la política la que fija las reglas para que el fruto de tu esfuerzo vaya a tu bolsillo, o al de las corporaciones, como está ocurriendo hoy. Y eso es ni más ni menos que el modelo de país por el que optemos,  

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