Lamentablemente algunos pueblos tienden a repetir historias sucias, duras, dolorosas. Uno de esos somos los argentinos.
Ya en otras ocasiones, por cierto con distintos mecanismos, las corporaciones gobernaron. También es cierto que hasta ahora, incluidas todas las dictaduras y algún gobierno constitucional como el menemismo y la vieja Alianza, siempre el poder político, aunque sin gran enjundia, pudo mechar su impronta para poner algo de bozal a la voracidad del mercado.
Ahora no.
Si alguien cree que Macri o esta recidiva de aquella vieja Alianza radical desteñida gobiernan, se equivoca de cabo a rabo.
Macri y su equipo no están gobernando la argentina. Se trata solo de un gerente de menor valía al que convirtieron en faccioso para que aparezca como cabeza visible de una banda de sicarios que ejecutan las órdenes de las corporaciones.
Entre esos sicarios hay conocidos inválidos irrecuperables como Bullrich, Carrió, Prat Gay, Melconian, Stursenegger, Espert, y los CEOs que aportó directamente el mercado. Ellos no tienen ningún vínculo con lo ético, lo moral ni lo político. Solo sirven. Sirven a quién los manda.
Pero como el engaño para sentar al gerente en la Rosada requirió de alianzas. Y como el sindicalismo, aunque sin el peso de tiempos de mayor compromiso, sigue siendo parte de la columna social, algunos compañeros saltaron el cerco y se pasaron a esta colectora de miserias insatisfechas. Las razones son variadas y hasta tienen que ver con cierto empresaiosamiento de determinados gremios, y las apetencias políticas delirantes de algunos engreídos referentes no acogidas durante el gobierno anterior.
De todos modos estos compañeros no tienen ni el origen ni la historia ni el pasado de aquellos irrecuperables esperpentos mencionados. El origen del campo popular puede sufrir magullones y desgarros, más no perderá seguramente toda su sangre.
Y es a estos compañeros que hoy en el reparto del botín las corporaciones colocaron en distintos ministerios y organismos a quienes les pedimos reflexión. Que miren la historia de quienes en otros tiempos hicieron el trabajo sucio para los saqueadores. Los militares lo hicieron durante la dictadura para estas mismas corporaciones. Terminaron juzgados y condenados por la justicia y despreciados por el mundo entero.
Ustedes saben que no son los miles de trabajadores ya despedidos, ni lo periodistas censurados, ni los dirigentes sociales encarcelados, ni los científicos ayer repatriados y hoy expulsados, ni los asalariados y jubilados que ven menguados sus ingresos, ni los empresarios y pymes que ya están cerrando sus puertas, culpables de absolutamente nada. Son solo las víctimas eternas de los violadores de todos los derechos en pos de la satisfacción de sus bajos instintos de explotación y acumulación sin límites.
Compañeros,no sean ustedes los verdugos de quienes por mandato debieran proteger. No permitan que los conviertan en sicarios. Porque serán ustedes quienes tarde o temprano, cuando se agote la paciencia y suene el escarmiento, sufran todo el peso de la ley y el desprecio social.
Sepan compañeros que este proceso brutal, agresivo, antisocial y antinacional tiene fecha de vencimiento para dar paso a un nuevo y seguramente más potente resurgimiento popular y nacional. Por ello, si se equivocaron, o cedieron a sus debilidades, son flaquezas humanas que debemos abandonar. Recuperar dignidad y volver humildemente al campo popular que jamás debieron abandonar es una obligación ética, moral y política.
Los esperamos si es que no se ensucian las manos con sangre de trabajadores.
Ahora no.
Si alguien cree que Macri o esta recidiva de aquella vieja Alianza radical desteñida gobiernan, se equivoca de cabo a rabo.
Macri y su equipo no están gobernando la argentina. Se trata solo de un gerente de menor valía al que convirtieron en faccioso para que aparezca como cabeza visible de una banda de sicarios que ejecutan las órdenes de las corporaciones.
Entre esos sicarios hay conocidos inválidos irrecuperables como Bullrich, Carrió, Prat Gay, Melconian, Stursenegger, Espert, y los CEOs que aportó directamente el mercado. Ellos no tienen ningún vínculo con lo ético, lo moral ni lo político. Solo sirven. Sirven a quién los manda.
Pero como el engaño para sentar al gerente en la Rosada requirió de alianzas. Y como el sindicalismo, aunque sin el peso de tiempos de mayor compromiso, sigue siendo parte de la columna social, algunos compañeros saltaron el cerco y se pasaron a esta colectora de miserias insatisfechas. Las razones son variadas y hasta tienen que ver con cierto empresaiosamiento de determinados gremios, y las apetencias políticas delirantes de algunos engreídos referentes no acogidas durante el gobierno anterior.
De todos modos estos compañeros no tienen ni el origen ni la historia ni el pasado de aquellos irrecuperables esperpentos mencionados. El origen del campo popular puede sufrir magullones y desgarros, más no perderá seguramente toda su sangre.
Y es a estos compañeros que hoy en el reparto del botín las corporaciones colocaron en distintos ministerios y organismos a quienes les pedimos reflexión. Que miren la historia de quienes en otros tiempos hicieron el trabajo sucio para los saqueadores. Los militares lo hicieron durante la dictadura para estas mismas corporaciones. Terminaron juzgados y condenados por la justicia y despreciados por el mundo entero.
Ustedes saben que no son los miles de trabajadores ya despedidos, ni lo periodistas censurados, ni los dirigentes sociales encarcelados, ni los científicos ayer repatriados y hoy expulsados, ni los asalariados y jubilados que ven menguados sus ingresos, ni los empresarios y pymes que ya están cerrando sus puertas, culpables de absolutamente nada. Son solo las víctimas eternas de los violadores de todos los derechos en pos de la satisfacción de sus bajos instintos de explotación y acumulación sin límites.
Compañeros,no sean ustedes los verdugos de quienes por mandato debieran proteger. No permitan que los conviertan en sicarios. Porque serán ustedes quienes tarde o temprano, cuando se agote la paciencia y suene el escarmiento, sufran todo el peso de la ley y el desprecio social.
Sepan compañeros que este proceso brutal, agresivo, antisocial y antinacional tiene fecha de vencimiento para dar paso a un nuevo y seguramente más potente resurgimiento popular y nacional. Por ello, si se equivocaron, o cedieron a sus debilidades, son flaquezas humanas que debemos abandonar. Recuperar dignidad y volver humildemente al campo popular que jamás debieron abandonar es una obligación ética, moral y política.
Los esperamos si es que no se ensucian las manos con sangre de trabajadores.
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