CLARO QUE HUBO UN CAMBIO
Milagro Sala, negra, teñida desde las profundidades de esta tierra por sus raíces, está presa en Jujuy.
Alfonso Prat Gay, formado en el refinado colegio Cardenal Newman, y la Universidad de Pensilvania, reconocido lavador de dinero sucio, administra la argentina.
Milagro Sala desde la Tupac Amaru construyó mas de 3500 viviendas a un valor un 30% inferior a de las empresas comerciales. Construyo escuelas con mas de 150 profesores pagos por la organización y 3000 alumnos matriculados. Se dictan en esas escuelas materias obligatorias tales como "Autoestima", "Historia y Cultura de Jujuy y de los Pueblos Originarios" y "Lucha del Movimiento Obrero". En los Centros de Salud de la Tupac trabajan 42 médicos, más farmacéuticos, bioquímicos y enfermeros. Dispone de tomógrafo y mamógrafo. En uno de sus barrios funciona una fábrica textil con mas de 600 obreros, ex desocupados. Y mucho, muchísimo más.
Alfonso Prat Gay fue noticia en el mundo porque desde sus servicios a las corporaciones, al JB Morgan, al HSBC, y a la familia Fortabat giró ilegalmente dinero negro por fuera de las normas legales al exterior por decenas de millones de dólares. Esto fue lo que entre los CV de otros, lo destacó para seguir, ahora desde los despachos oficiales, administrando el país para aquellos.
¡Vaya si hemos cambiado!
Es de manual que cuando gobiernan las bandas de ladrones que sin disparar un solo tiro ni exponerse, con solo unos cuantos movimientos contables, acumulan más botín que la suma de lo que pueden acopiar todas las bandas de asaltantes de bancos de todo el mundo en toda la historia, sean expulsados, estigmatizados y apresados los que trabajen, los que luchen por mayor igualdad, y los que sean capaces de generar conciencia colectiva por una sociedad mas justa y solidaria.
Es lógico entonces que estos sean tiempos de Alfonso Prat Gay dando clases sobre ética, moral, solidaridad, economía, transparencia, verdad, justicia y bienestar.
Como lo es que Milagro Sala esté presa por su osadía de llevar al estado territorio adentro y hacerlo entrar en las pobres y precarias viviendas y vidas de quienes nada tienen que ver con el nuevo modelo de país.
Negra, ex presidiaria, pobre y además atrevida, frente al niño bien, pulcro, rubio de ojos claros, en las góndolas del mercado, ahora sí, cada cuál ocupa su lugar.
Hoy también resulta mas que obvio que las corporaciones no gobiernan desde la política, sino desde el interés. En consecuencia predomina la voracidad por sobre la visión del estadista.
Lo que no perciben aún muchos de los que aplauden rabiosamente, incluidos los que reclaman justicia, verdad y condena por lejanos aunque siempre presentes genocidios, es que éste que está en marcha con odio y desprecio hacia los negros, los pobres, los analfabetos, los trabajadores, los excluídos, los diferentes, igual que aquellos, no tiene otro destino que cocinarse en su misma y propia hoguera.
Con un detalle que garantiza su fracaso. En la Argentina, el campo popular, con gran influencia del peronismo, no cesa en agigantar el proceso de crecimiento y conciencia de que los derechos no se tocan. Y que cuando se tocan, vuelve el campo popular al gobierno y vuelve a dar varios pasos más adelante en la recuperación, consolidación y suma de nuevas conquistas. Solo basta repasar la historia. Lo dijo con claridad en los años 70 un viejo conservador profesor de derecho, "nos guste o no, en este país el peronismo destapó una olla que nunca nadie jamás podrá volver a tapar: Es la olla de los derechos sociales"
A solo treinta días del mercado administrando el país como un supermercado, se observa la total ausencia de estrategia política, proporcional al descomunal desprecio por los intereses colectivos. En modo alguno puede pensarse que alguien en esta banda de CEOs que sentaron las corporaciones a hacer de verdugos, tenga ni una sola pizca de inteligencia político social. La brutalidad de las violentas medidas sectarias y excluyentes que diseñadas desde los despachos empresarios se bajan a los ministerios estatales reflejan sin dudas como cabalgan desenfrenadamente sobre sus ansias insaciables de hartazgo sin fin.
Decía Eduardo Galeano que "el mundo se divide, sobre todo, entre indignos e indignados, y ya sabrá cada quién, de qué lado quiere o puede estar". Hoy también se puso en superficie esto.
El mundo de los indignados está del lado de Milagro Sala, de los veinte o treinta mil trabajadores despedidos, de los millones que ven menguados sus salarios por la devaluación y el nuevo y brutal endeudamiento del país, de los centenares de empresarios y pymes que con la apertura de importaciones cerrarán sus puertas, de los millones de jubilados que ven tambaleantes sus derechos recientemente adquiridos, de las decenas de miles de militantes políticos y sociales agredidos por su entrega hacia el otro, de los medios de comunicación independientes acosados, de los periodistas silenciados, de los científicos otra vez destinados a lavar platos, de los beneficiarios de leyes de matrimonio igualitario y fertilización asistida amenazadas, de los millones de beneficiarios de la AUH, Procrear; Progresar, Madres embarazadas, y entre otros, de los millones que ruegan no ver al cartero que antes traía, tarjetas, beneficios, y hoy llega con telegramas de despido.
Del otro lado están las corporaciones y sus sicarios. También están aún de este lado, incómodos en el campo popular al haberse visto superados por lo que a sus intereses sectoriales aparecieron como excesos en la redistribución de la renta, algunos eternos y tramposos dirigentes gremiales, quienes igualados en sus roles de empresarios con las corporaciones, traicionaron a los trabajadores para ser vehículos de este nuevo modelo de país. Éstos todavía esperan, como manipuladores profesionales que son, el momento de volver a reciclarse tratando disimular su vileza. También debieran mirar un poco la historia para ver el destino de algunos traidores a la clase obrera.
A todos ellos se suma una cada día más reducida claque, mezcla de exclusivos usufructuarios de sus indignidades, y odiadores natos por transferencia genética o ansia propia de escalamiento de clase, de todo lo que tenga aroma a choripan, guiso o rancho.
¡Vaya si hemos cambiado!
Es de manual que cuando gobiernan las bandas de ladrones que sin disparar un solo tiro ni exponerse, con solo unos cuantos movimientos contables, acumulan más botín que la suma de lo que pueden acopiar todas las bandas de asaltantes de bancos de todo el mundo en toda la historia, sean expulsados, estigmatizados y apresados los que trabajen, los que luchen por mayor igualdad, y los que sean capaces de generar conciencia colectiva por una sociedad mas justa y solidaria.
Es lógico entonces que estos sean tiempos de Alfonso Prat Gay dando clases sobre ética, moral, solidaridad, economía, transparencia, verdad, justicia y bienestar.
Como lo es que Milagro Sala esté presa por su osadía de llevar al estado territorio adentro y hacerlo entrar en las pobres y precarias viviendas y vidas de quienes nada tienen que ver con el nuevo modelo de país.
Negra, ex presidiaria, pobre y además atrevida, frente al niño bien, pulcro, rubio de ojos claros, en las góndolas del mercado, ahora sí, cada cuál ocupa su lugar.
Hoy también resulta mas que obvio que las corporaciones no gobiernan desde la política, sino desde el interés. En consecuencia predomina la voracidad por sobre la visión del estadista.
Lo que no perciben aún muchos de los que aplauden rabiosamente, incluidos los que reclaman justicia, verdad y condena por lejanos aunque siempre presentes genocidios, es que éste que está en marcha con odio y desprecio hacia los negros, los pobres, los analfabetos, los trabajadores, los excluídos, los diferentes, igual que aquellos, no tiene otro destino que cocinarse en su misma y propia hoguera.
Con un detalle que garantiza su fracaso. En la Argentina, el campo popular, con gran influencia del peronismo, no cesa en agigantar el proceso de crecimiento y conciencia de que los derechos no se tocan. Y que cuando se tocan, vuelve el campo popular al gobierno y vuelve a dar varios pasos más adelante en la recuperación, consolidación y suma de nuevas conquistas. Solo basta repasar la historia. Lo dijo con claridad en los años 70 un viejo conservador profesor de derecho, "nos guste o no, en este país el peronismo destapó una olla que nunca nadie jamás podrá volver a tapar: Es la olla de los derechos sociales"
Decía Eduardo Galeano que "el mundo se divide, sobre todo, entre indignos e indignados, y ya sabrá cada quién, de qué lado quiere o puede estar". Hoy también se puso en superficie esto.
El mundo de los indignados está del lado de Milagro Sala, de los veinte o treinta mil trabajadores despedidos, de los millones que ven menguados sus salarios por la devaluación y el nuevo y brutal endeudamiento del país, de los centenares de empresarios y pymes que con la apertura de importaciones cerrarán sus puertas, de los millones de jubilados que ven tambaleantes sus derechos recientemente adquiridos, de las decenas de miles de militantes políticos y sociales agredidos por su entrega hacia el otro, de los medios de comunicación independientes acosados, de los periodistas silenciados, de los científicos otra vez destinados a lavar platos, de los beneficiarios de leyes de matrimonio igualitario y fertilización asistida amenazadas, de los millones de beneficiarios de la AUH, Procrear; Progresar, Madres embarazadas, y entre otros, de los millones que ruegan no ver al cartero que antes traía, tarjetas, beneficios, y hoy llega con telegramas de despido.
Del otro lado están las corporaciones y sus sicarios. También están aún de este lado, incómodos en el campo popular al haberse visto superados por lo que a sus intereses sectoriales aparecieron como excesos en la redistribución de la renta, algunos eternos y tramposos dirigentes gremiales, quienes igualados en sus roles de empresarios con las corporaciones, traicionaron a los trabajadores para ser vehículos de este nuevo modelo de país. Éstos todavía esperan, como manipuladores profesionales que son, el momento de volver a reciclarse tratando disimular su vileza. También debieran mirar un poco la historia para ver el destino de algunos traidores a la clase obrera.
A todos ellos se suma una cada día más reducida claque, mezcla de exclusivos usufructuarios de sus indignidades, y odiadores natos por transferencia genética o ansia propia de escalamiento de clase, de todo lo que tenga aroma a choripan, guiso o rancho.
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