Mucho se habla, y con razón sobre la importancia de los consensos. Desde ya que sin ellos se impone la voluntad de circunstanciales mayorías, o en casos que no las hubiera se dificulta dramáticamente el funcionamiento del cuerpo legislativo. Y esto es muy malo. Es innegable, por tanto, el valor de estos acuerdos para que las mayorías no avasallen los legítimos intereses de las minorías o para que funcione racionalmente el cuerpo que representa la voz y los intereses ciudadanos.
Dicho así, serian incuestionables las decisiones que surgen de consensos, y con mayor razón si éstos son producto del acuerdo entre el 99% de los miembros del cuerpo. Colofón: el diputado Bolatti está en su derecho de sostener una postura distinta en el tema de pases a planta votado en la legislatura y la creación de nuevos ciento cincuenta cargos de personal de gabinete. Pero a nadie se le ocurre que la posición de un diputado puede ser la correcta frente al concierto de los treinta y un legisladores restantes. Es más, podría decirse que quién se opone a tamaño consenso, es un indolente, un inadaptado y hasta un antisocial por tratarse nada más ni nada menos que de la estabilidad laboral de centenares de trabajadores.
Desde ya que todo lo que antecede se enmarca en un sistema de representación en el que todos y cada uno de los legisladores responden al interés colectivo. Sistema en el que ningún legislador sea capaz de violar la ley, ni la constitución. Tampoco hará uso de su representación para superpoblar al estado con favoritismos sectoriales o armados políticos. En síntesis, un cuerpo integrado por personas responsables.
En nuestro caso, ¿es así? Sin temor a equívocos afirmo que no. Esta cámara demuestra una vez más que está integrada con abrumadora mayoría por personas incapaces de superar sus propias miserias. Consientes además que no deben rendir cuentas a nadie por sus actos.
Es por ello que, aunque encerrados en su microclima lo ignoren, la opinión mayoritaria de los ciudadanos percibe que frecuentemente en ésta Cámara los que se imponen no son consensos, sino contubernios absolutamente reñidos con los valores básicos que debieran reinar en éste ámbito.
Es así que el diputado Bolatti se encuentra en soledad, repudiado por sus pares y por sectores gremiales que usufructúan la pobreza ética. Pero esa soledad se circunscribe a ése ámbito, el de los beneficiarios del accionar tramposo, violatorio e irresponsable de quienes son incapaces de resistir sus voracidades.
Vale aquí recordar una frase de Martin Luther King que dice: “No me preocupa el grito de los violentos, de los corruptos, de los deshonestos, de los sin ética. Lo que más me preocupa es el silencio de los buenos”. Podría repetirla el diputado Bolatti porque se ajusta a medida para el caso. Y debiéramos todos revisar nuestros frecuentes silencios. Porque no caben dudas que ésta sociedad está mayoritariamente integrada por “buenos”. Buenos que en muchos casos no tienen posibilidades de romper con su silencio, y otros que si pueden hacerlo, pero se reprimen especulando que en algún momento necesitarán de los favores de la corrupción, y la toleran.
También debiera la prensa analizar si su rol se agota en exhibir un par de cruces verbales entre las partes cuando se trata de cuestiones que solo muestran una mínima porción del verdadero problema que se esconde detrás de estas conductas. Porque convengamos que el daño del pase a planta violatorio es nimio respecto de lo que demuestran con éste accionar ser capaces de negociar estos personajes. Entonces un aporte importante de la prensa debiera ser la investigación periodística sostenida en el tiempo para que estas cuestiones graves para el funcionamiento de la democracia no tengan la entidad de un pequeño entredicho que desaparece de tapa y pasa al olvido rápidamente sin ningún resultado positivo para la sociedad en su conjunto.
De todos modos la solución para erradicar este tipo de conductas antiéticas y antidemocráticas está en modificar el sistema de representación. Mientras sigamos con las listas sábanas, donde se vota a desconocidos y éstos no rinden cuentas ante nadie no existe posibilidad alguna de cambio. Habrá que trabajar en la elección de nuestros representantes por circunscripción, de modo que cada una elija su diputado, y sumar a esto un esquema de rendición de cuentas que permita el monitoreo social sobre la representación que además contemple la revocatoria del mandato. Sería interesante indagar entre los candidatos que se propongan para la inminente elección, quienes estarían dispuestos a impulsar proyectos en éste sentido, que terminarían con que las componendas se disfracen de consensos y los réprobos demonicen a los dignos, a los coherentes, a los probos.
Dicho así, serian incuestionables las decisiones que surgen de consensos, y con mayor razón si éstos son producto del acuerdo entre el 99% de los miembros del cuerpo. Colofón: el diputado Bolatti está en su derecho de sostener una postura distinta en el tema de pases a planta votado en la legislatura y la creación de nuevos ciento cincuenta cargos de personal de gabinete. Pero a nadie se le ocurre que la posición de un diputado puede ser la correcta frente al concierto de los treinta y un legisladores restantes. Es más, podría decirse que quién se opone a tamaño consenso, es un indolente, un inadaptado y hasta un antisocial por tratarse nada más ni nada menos que de la estabilidad laboral de centenares de trabajadores.
Desde ya que todo lo que antecede se enmarca en un sistema de representación en el que todos y cada uno de los legisladores responden al interés colectivo. Sistema en el que ningún legislador sea capaz de violar la ley, ni la constitución. Tampoco hará uso de su representación para superpoblar al estado con favoritismos sectoriales o armados políticos. En síntesis, un cuerpo integrado por personas responsables.
En nuestro caso, ¿es así? Sin temor a equívocos afirmo que no. Esta cámara demuestra una vez más que está integrada con abrumadora mayoría por personas incapaces de superar sus propias miserias. Consientes además que no deben rendir cuentas a nadie por sus actos.
Es por ello que, aunque encerrados en su microclima lo ignoren, la opinión mayoritaria de los ciudadanos percibe que frecuentemente en ésta Cámara los que se imponen no son consensos, sino contubernios absolutamente reñidos con los valores básicos que debieran reinar en éste ámbito.
Es así que el diputado Bolatti se encuentra en soledad, repudiado por sus pares y por sectores gremiales que usufructúan la pobreza ética. Pero esa soledad se circunscribe a ése ámbito, el de los beneficiarios del accionar tramposo, violatorio e irresponsable de quienes son incapaces de resistir sus voracidades.
Vale aquí recordar una frase de Martin Luther King que dice: “No me preocupa el grito de los violentos, de los corruptos, de los deshonestos, de los sin ética. Lo que más me preocupa es el silencio de los buenos”. Podría repetirla el diputado Bolatti porque se ajusta a medida para el caso. Y debiéramos todos revisar nuestros frecuentes silencios. Porque no caben dudas que ésta sociedad está mayoritariamente integrada por “buenos”. Buenos que en muchos casos no tienen posibilidades de romper con su silencio, y otros que si pueden hacerlo, pero se reprimen especulando que en algún momento necesitarán de los favores de la corrupción, y la toleran.
También debiera la prensa analizar si su rol se agota en exhibir un par de cruces verbales entre las partes cuando se trata de cuestiones que solo muestran una mínima porción del verdadero problema que se esconde detrás de estas conductas. Porque convengamos que el daño del pase a planta violatorio es nimio respecto de lo que demuestran con éste accionar ser capaces de negociar estos personajes. Entonces un aporte importante de la prensa debiera ser la investigación periodística sostenida en el tiempo para que estas cuestiones graves para el funcionamiento de la democracia no tengan la entidad de un pequeño entredicho que desaparece de tapa y pasa al olvido rápidamente sin ningún resultado positivo para la sociedad en su conjunto.
De todos modos la solución para erradicar este tipo de conductas antiéticas y antidemocráticas está en modificar el sistema de representación. Mientras sigamos con las listas sábanas, donde se vota a desconocidos y éstos no rinden cuentas ante nadie no existe posibilidad alguna de cambio. Habrá que trabajar en la elección de nuestros representantes por circunscripción, de modo que cada una elija su diputado, y sumar a esto un esquema de rendición de cuentas que permita el monitoreo social sobre la representación que además contemple la revocatoria del mandato. Sería interesante indagar entre los candidatos que se propongan para la inminente elección, quienes estarían dispuestos a impulsar proyectos en éste sentido, que terminarían con que las componendas se disfracen de consensos y los réprobos demonicen a los dignos, a los coherentes, a los probos.
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