domingo, 6 de marzo de 2011

REPRESENTACIÓN PARLAMENTARIA

Se acerca una nueva elección que incluye la renovación de mandatos en la legislatura. La pregunta que es necesario nos formulemos tiene que ver con que si el simple recambio de personas mejora el funcionamiento de la misma. Si dieciséis nuevos diputados garantizan que no se repitan añejos vicios por todos conocidos en el más importante de los poderes del estado porque es el que representa la voz del pueblo.
La experiencia indica que estos recambios pueden mejorar o empeorar las respuestas del cuerpo, pero solo parcialmente. Más o menos dignos, probos, leales, éticos, harán que el fiel se mueva hacia uno u otro sentido, pero no aseguran respuestas a los intereses mayoritarios. Y no lo hacen porque, al menos para estos tiempos, el sistema no lo garantiza.
Al no ser posible una selección de los mejores, lo que se propone y llega es el promedio que la misma sociedad ofrece, y éste se expresa en lo que tenemos. Buenos, regulares y malos. Es así que en esta nueva oportunidad comienza la danza de ofertas. Están los que pueden exhibir sus conductas y realizaciones, y en casos pueden llegar. En otros serán víctimas de corporaciones que medran en las entrañas del poder. También estarán los que necesitan imperiosamente ocultar pasado, presente, y en casos prontuario. Usando diversos recursos entre los que el cinismo y la hipocresía son estrellas. Y llegarán.
Por todo ello, no es novedad que el legislativo es el poder cuyo funcionamiento genera más polémica. Desde votos que tipifican como tarifados, negociados y extorsivos; hasta cambios de bloques, nuevas alianzas, etc., son moneda corriente en el degradado funcionamiento del sistema. De todo esto solo se habla ocasionalmente cuando algún escándalo estimula el interés de la prensa. Interés que no va más allá de otro evento que pueda mantener o elevar el rating. En consecuencia el interés no tiene raíz en la preocupación por la calidad del ejercicio democrático, sino en la mejor explotación comercial de la trapisonda. Por lo tanto, cuando la prensa cambia los titulares, la sociedad sin la debida cultura participativa también da vuelta la página.


Ello hace que no haya correctivos y que la distorsión sea grosera y escandalosa. Nadie que no tenga interés en este pésimo funcionamiento, -el que lógicamente genera degradantes privilegios en casos lindantes a lo delictual-, puede sostener que esto no merezca un urgente tratamiento. Porque la Constitución Nacional instituye una democracia representativa o indirecta, en la que el pueblo solo ejerce el poder por medio de sus representantes electos y durante el período que duran en sus mandatos. Y porque en el Artículo 22 la misma Constitución establece que "El pueblo no delibera ni gobierna, sino por medio de sus representantes y autoridades creadas por esta Constitución. Toda fuerza armada o reunión de personas que se atribuya los derechos del pueblo y peticione a nombre de éste, comete delito de sedición".
Ocurre que como el sistema de representación funciona con deformantes deficiencias, frecuentemente sectores populares se ven en la necesidad de reunirse y peticionar contrariando este mandato constitucional.
Quizás no todas, pero sin dudas muchísimas cuestiones que se debaten en foros, encuentros, y hasta cuestionamientos judiciales respecto de decisiones de distintos poderes del estado por parte de la ciudadanía debieran ser resueltas por nuestros representantes si éstos expresaran el interés colectivo y el sistema lo garantizara.
Al no ser así, el sistema de representación parlamentaria merece ser revisado y debatido. Pero con responsabilidad y amplitud. No con sus habituales mecanismos. No con debates armados. No con impostura ni manipulación como suele ocurrir cuando el interés es que nada cambie.

EL SISTEMA ACTUAL DE CANDIDATURAS CERRADAS, POR LISTAS
Con el sistema actual de elección por listas, lo que el ciudadano vota no son individualidades, vota un conjunto de nombres que no puede cambiar excluir o impugnar.
En consecuencia, este conjunto constituye el cuerpo colegiado que cada partido propuso a la ciudadanía y ésta consagró. El ciudadano no eligió a ningún diputado de modo individual. Lo eligió como parte del cuerpo propuesto.
Quiere decir que el funcionamiento no puede ser otro que el de un cuerpo colegiado que parlamentariamente exprese la decisión democrática del grupo y no la decisión propia, individual y personal de un diputado que una vez electo adopte un criterio distinto y contrario del cuerpo que la voluntad popular ha consagrado como tal. Esto implica que el debate se da dentro del cuerpo, pero acordada por mayoría, la postura debiera ser monolíticamente sostenida en el recinto por todos y cada uno de sus componentes.Más allá que cada diputado pueda dejar constancia de la posición que defendió dentro del cuerpo y que puede no coincidir con lo que como cuerpo sostiene.
Se puede estar de acuerdo o no con este funcionamiento. Lo que no se puede negar es que el sistema vigente determina que ésta es la conducta que debiera seguirse, y que en gran medida deposita en los partidos políticos la responsabilidad del funcionamiento con apego a los intereses de las mayorías ya que son quienes proponen cada cuerpo o lista cerrada que representará los intereses de esas mayorías.
¿Que esto no siempre ocurre? Es cierto. Y también es cierto que una vez electos en general no funcionan como cuerpo. Vemos que algunos diputados no solo abandonan el bloque, sino que se pasan a otro partido y votan junto a otro cuerpo por el que no han sido electos. Esto constituye claramente una violación al mandato popular que el sistema impone. Y repito, lo es porque lo que el sistema impone es la elección de un cuerpo, no porque en casos algunos diputados no tengan argumentos para sostener sus decisiones. Ocurre que esos argumentos se dan de bruces con el compromiso que asumieron cuando aceptaron la nominación como parte de un cuerpo. Lo que debieran hacer estos diputados es proponer el cambio del sistema.
Proponer otro sistema que evite la tramposa estrategia usual de encabezar listas con un par o pequeño grupo de nombres que traccionen el voto e incorporen al conjunto. En casos integrado por personajes que por mérito jamás lograrían tamaña representación. Conjunto que se forma habitualmente producto de presiones de sectores partidarios o no, en casos enfrentados, pero que a la hora del voto se necesitan. Conjunto en el que con frecuencia están totalmente fuera de discusión las capacidades, las honorabilidades, las lealtades a valores, principios y compromisos políticos y éticos. Solo cuenta en muchos casos el interés de pequeños grupos dirigenciales que aspiran a desplazar a otros sin ningún debate sobre propuestas, ideas o proyectos.
SISTEMA DE ELECCIÓN DE REPRESENTANTE UNICO Y DIRECTO POR CIRCUNSCRIPCIÓN
Otra posibilidad sería una democracia más directa. Sistema en el que el ciudadano elija al representante de su región entre los que propongan las distintas parcialidades políticas. No votando en consecuencia representantes de otras circunscripciones que obviamente no conoce, ni listas ni cuerpos. Este sistema configuraría una expresión más genuina de democracia en la medida que contemple mecanismos de comunicación directa y permanente del representante con sus electores y éstos cuenten con la posibilidad de removerlo del cargo, con mecanismos democráticos y transparentes en caso que no responda a sus intereses. Me permito ofrecer como disparador del debate una propuesta esbozada hace casi una década.
Entre el sistema vigente y éste, existen seguramente, un menú de posibilidades que debieran ser evaluadas para mejorar la calidad de la actual devaluada representación legislativa.
En cualquier caso, siempre los partidos políticos tendrán, y así debe ser, una responsabilidad enorme en la articulación de propuestas entre la sociedad y el estado. Pero ante la realidad, es imprescindible la participación más directa del ciudadano como forma de control social sobre el accionar de sus representantes a fin de evitar que éste órgano vital del sistema democrático continúe este derrotero de conspiraciones contra circunstanciales adversarios políticos como perversa estrategia de construcción política; de cambios de vereda por especulaciones políticas o lucrativas personales; y de extorsiones y escusas para poner precio al voto, entre otros vicios. En fin, todo resumido en traición a la voluntad popular que ingenuamente deposita recurrentemente su confianza con renovada esperanza sin disponer de mecanismo alguno que le permita castigar estas conductas. Porque no es en las condiciones actuales el voto un mecanismo efectivo especialmente cuando de la representación parlamentaria se trata.
Como cualquier modificación al sistema será posterior a la próxima elección, ¿será mucho pedir que mas allá de internas o negociaciones para la conformación de las listas, éstas se integren considerando no solo los intereses de distintos grupos de presión, sino incluyendo también el interés de las mayorías silenciosas no representadas por ninguno de éstos, y que los partidos políticos no debieran ignorar como responsables en el sistema vigente de garantizar la representación del conjunto? Y también considerar valores y perfiles éticos y morales de los candidatos, imprescindibles para recuperar la legislatura -aunque más no sea parcialmente- como ámbito de debate político serio, constructivo, que vaya superando no solo la imagen, sino su real rol actual de coto de negocios y aguantadero como lo han certificado últimamente la auditoría interna realizada y la permanencia en su seno de delincuentes condenados por la justicia como el caso de Nildo Puebla y José Moreno.
¿Será posible un debate serio? O caeremos una vez más en descalificaciones, negaciones corporativas de la realidad y agresiones personales para no hacerlo, y para que nada cambie.
(En la foto, la bochornosa elección de autoridades. Diciembre 2009)

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