DE POLÍTICA,
PARTIDOS, Y LIDERAZGOS
Ante cada elección, y mucho más cuando el rumbo de las
políticas públicas navega a favor de las mayorías, el poder económico apela a
la famélica infantería opositora para que se suba a los bombarderos que
tripulan los halcones del micrófono la letra y la pantalla.
Si eligiéramos entre el proyecto de país de Sergio Massa
frente al de Mauricio Macri, sin dudas la campaña sería menos compleja y
agresiva porque para los patrones del poder real a cualquiera de los dos les
van perfectamente los hilos. Cualquiera que gane, ellos ganan.
Hoy no es lo mismo. Se están enfrentando a un Proyecto
Nacional y Popular que no se deja poner ni collar ni hilos de marioneta. Por
eso la metralla es impiadosa, a muerte.
Pero el 27 de octubre va a pasar y lo que nos quedará es
la reflexión sobre que necesitamos los argentinos para no estar expuestos a que
la desinformación, la mentira, la manipulación de la realidad y sus hechos,
puedan influir de tal modo en el subconsciente popular como para que exista el
riesgo que lo falso supere a la verdad, y la agitación de fantasmas a la
realidad. Para que el voto sea construcción de presente y futuro, y no arma de
suicidio.
Y lo que necesitamos sin dudas es recuperar partidos
políticos y movimiento obrero, pilares fundamentales del poder popular.
La base de nuestro sistema democrático, y lo que le da
sustentabilidad, son sin dudas los partidos políticos. Lo dice la Constitución:
Artículo 38.- Los
partidos políticos son instituciones fundamentales del sistema democrático.
Su creación y el
ejercicio de sus actividades son libres dentro del respeto a esta Constitución,
la que garantiza su organización y funcionamiento democráticos, la
representación de las minorías, la competencia para la postulación de candidatos
a cargos públicos electivos, el acceso a la información pública y la difusión
de sus ideas...”
Ahora bien, en la práctica ¿funciona así el sistema?
Categóricamente no.
Décadas de atropellos a la democracia, cincuenta años de
permanentes interrupciones violentas, con cíclicos golpes de estado cívico
militares siempre, previo campañas de desprestigio de la política abonadas por
políticos traidores que se ofrecían al servicio de las minorías, calaron
profundo imprimiendo como hábito tamaña anormalidad.
El poder concentrador, explotador y excluyente, supo
siempre que el poder popular era el obstáculo para el logro y ejercicio pleno
de sus privilegios.
Por ello estigmatizo a la política, a los partidos
políticos y su organización, a las organizaciones sindicales, y endiosó figuras
como salvadores de la patria y puso precio de oro a la traición.
Solo necesitó eso. Personajes de garito, que respaldados
por la fuerza y la propaganda aparecieran como prohombres del orden y la
obediencia. Quienes sin excepciones empobrecían a las mayorías transfiriendo la
riqueza a sus mentores.
Mientras tanto el pueblo que desfilaba a los actos
electorales con alegría y esperanza jugaba a la ruleta rusa a cargador lleno,
con tanta mala suerte que casi siempre la bala salía.
Cuando no, llegaron Perón, Néstor Kirchner y Cristina
Fernandez y la patria se liberó.
La ruleta rusa obligada es consecuencia de la
inexistencia de partidos políticos fuertes, democráticos, en los que la
construcción colectiva, la búsqueda del bienestar general, la igualdad, la
justicia y la eliminación de la pobreza como objetivos supremos desplacen a las
apetencias personales, destierren su uso como ascensor de personalismos
feudales y consagre liderazgos internos leales a los intereses colectivos cuyo objetivo
sea ejecutar las políticas que cada partido diseñe para el país.
Lamentablemente, hoy ni organización ni funcionamiento
democrático, ni diseño de políticas caracterizan a los partidos argentinos.
Dependemos 100% de que la bala no salga, porque estamos
en igual porcentual atados a liderazgos, siendo los partidos sellos electorales
sin ninguna incidencia, en el diseño de políticas ni control de cumplimiento de
las mismas.
Se invirtieron los roles. Ni el partido ni el congreso
conducen, sino que son conducidos por cúpulas reducidas que en general y salvo
las excepciones conocidas y mencionadas, que terminan traicionando uno a uno
los compromisos con el pueblo.
Con las organizaciones sindicales en términos generales
pasa peor. Se puede participar de las elecciones, sabiendo que en estas ruletas
rusas el gatillo lo acciona otro.
Esto nos condujo a que aquel movimiento obrero que
rescató a Perón del presidio para sentarlo en la Casa de Gobierno haya
desaparecido en la atomización de sindicatos dispersos, cada uno con su
“familia”, sus equipos de guardaespaldas y fuerzas de choque. No para
protección de sus afiliados, sino para el resguardo de las cúpulas de las
demandas de éstos.
En consecuencia, sin partidos y sin movimiento obrero las
clases populares argentinas están aferradas a fuertes liderazgos como los de
Néstor y Cristina pero con gran incertidumbre por la sucesión que garantice
futuro.
Porque en la caja están los Macri, Massa, Bienner y
Carrió, entre otros, a disposición del titiritero Magnetto. Todos consagrados a
su servicio haciendo apología contra los derechos adquiridos en estos diez
años.
Es hora que garantizar poder popular construyéndolo desde
las bases. Recuperando sindicatos y partidos políticos para la democracia y el
pueblo que superen las actuales organizaciones cooptadas por dirigentes
personalistas para los que, en general, el futuro es el propio, lejos de los
intereses colectivos.
Para ello, las plataformas, proyectos y modelos de país
deben ser fijados por el pueblo en cada uno de los partidos políticos y deben
ser éstos los que los pongan a consideración del electorado, para cuya
ejecución propongan a quienes entre sus filas expresen el liderazgo necesario
para llevarlo adelante, siempre bajo el monitoreo de los órganos partidarios en
ejercicio democrático de sus responsabilidades.
Quizás suene utópico hablar de democracia partidaria y
sindical. Pero también lo es creer que los Perón, Néstor y Cristina serán
sucedidos por otros leales, en éste contexto de disputa de intereses. Falso. Entre 1945 y 2015 transcurren 70 años.
Podrían pasar 20 años o más para que aparezca otro u otra. Mientras tanto la
ruleta rusa se juega con todas las balas en la recámara.
Construir poder popular desde las bases es lo que eliminará
riesgos de posibles suicidios masivos y nos garantizará impedir que vuelvan las
marionetas letales para la salud, la felicidad y la vida del pueblo.
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