jueves, 24 de octubre de 2013

DE POLÍTICA, PARTIDOS, Y LIDERAZGOS
Ante cada elección, y mucho más cuando el rumbo de las políticas públicas navega a favor de las mayorías, el poder económico apela a la famélica infantería opositora para que se suba a los bombarderos que tripulan los halcones del micrófono la letra y la pantalla.
Si eligiéramos entre el proyecto de país de Sergio Massa frente al de Mauricio Macri, sin dudas la campaña sería menos compleja y agresiva porque para los patrones del poder real a cualquiera de los dos les van perfectamente los hilos. Cualquiera que gane, ellos ganan.
Hoy no es lo mismo. Se están enfrentando a un Proyecto Nacional y Popular que no se deja poner ni collar ni hilos de marioneta. Por eso la metralla es impiadosa, a muerte.
Pero el 27 de octubre va a pasar y lo que nos quedará es la reflexión sobre que necesitamos los argentinos para no estar expuestos a que la desinformación, la mentira, la manipulación de la realidad y sus hechos, puedan influir de tal modo en el subconsciente popular como para que exista el riesgo que lo falso supere a la verdad, y la agitación de fantasmas a la realidad. Para que el voto sea construcción de presente y futuro, y no arma de suicidio.
Y lo que necesitamos sin dudas es recuperar partidos políticos y movimiento obrero, pilares fundamentales del poder popular.
La base de nuestro sistema democrático, y lo que le da sustentabilidad, son sin dudas los partidos políticos. Lo dice la Constitución:
Artículo 38.- Los partidos políticos son instituciones fundamentales del sistema democrático.
Su creación y el ejercicio de sus actividades son libres dentro del respeto a esta Constitución, la que garantiza su organización y funcionamiento democráticos, la representación de las minorías, la competencia para la postulación de candidatos a cargos públicos electivos, el acceso a la información pública y la difusión de sus ideas...”
Ahora bien, en la práctica ¿funciona así el sistema?
Categóricamente no.
Décadas de atropellos a la democracia, cincuenta años de permanentes interrupciones violentas, con cíclicos golpes de estado cívico militares siempre, previo campañas de desprestigio de la política abonadas por políticos traidores que se ofrecían al servicio de las minorías, calaron profundo imprimiendo como hábito tamaña anormalidad.
El poder concentrador, explotador y excluyente, supo siempre que el poder popular era el obstáculo para el logro y ejercicio pleno de sus privilegios.
Por ello estigmatizo a la política, a los partidos políticos y su organización, a las organizaciones sindicales, y endiosó figuras como salvadores de la patria y puso precio de oro a la traición.
Solo necesitó eso. Personajes de garito, que respaldados por la fuerza y la propaganda aparecieran como prohombres del orden y la obediencia. Quienes sin excepciones empobrecían a las mayorías transfiriendo la riqueza a sus mentores.
Mientras tanto el pueblo que desfilaba a los actos electorales con alegría y esperanza jugaba a la ruleta rusa a cargador lleno, con tanta mala suerte que casi siempre la bala salía.
Cuando no, llegaron Perón, Néstor Kirchner y Cristina Fernandez y la patria se liberó.
La ruleta rusa obligada es consecuencia de la inexistencia de partidos políticos fuertes, democráticos, en los que la construcción colectiva, la búsqueda del bienestar general, la igualdad, la justicia y la eliminación de la pobreza como objetivos supremos desplacen a las apetencias personales, destierren su uso como ascensor de personalismos feudales y consagre liderazgos internos leales a los intereses colectivos cuyo objetivo sea ejecutar las políticas que cada partido diseñe para el país.
Lamentablemente, hoy ni organización ni funcionamiento democrático, ni diseño de políticas caracterizan a los partidos argentinos.
Dependemos 100% de que la bala no salga, porque estamos en igual porcentual atados a liderazgos, siendo los partidos sellos electorales sin ninguna incidencia, en el diseño de políticas ni control de cumplimiento de las mismas.
Se invirtieron los roles. Ni el partido ni el congreso conducen, sino que son conducidos por cúpulas reducidas que en general y salvo las excepciones conocidas y mencionadas, que terminan traicionando uno a uno los compromisos con el pueblo.
Con las organizaciones sindicales en términos generales pasa peor. Se puede participar de las elecciones, sabiendo que en estas ruletas rusas el gatillo lo acciona otro.
Esto nos condujo a que aquel movimiento obrero que rescató a Perón del presidio para sentarlo en la Casa de Gobierno haya desaparecido en la atomización de sindicatos dispersos, cada uno con su “familia”, sus equipos de guardaespaldas y fuerzas de choque. No para protección de sus afiliados, sino para el resguardo de las cúpulas de las demandas de éstos.
En consecuencia, sin partidos y sin movimiento obrero las clases populares argentinas están aferradas a fuertes liderazgos como los de Néstor y Cristina pero con gran incertidumbre por la sucesión que garantice futuro.
Porque en la caja están los Macri, Massa, Bienner y Carrió, entre otros, a disposición del titiritero Magnetto. Todos consagrados a su servicio haciendo apología contra los derechos adquiridos en estos diez años.
Es hora que garantizar poder popular construyéndolo desde las bases. Recuperando sindicatos y partidos políticos para la democracia y el pueblo que superen las actuales organizaciones cooptadas por dirigentes personalistas para los que, en general, el futuro es el propio, lejos de los intereses colectivos.
Para ello, las plataformas, proyectos y modelos de país deben ser fijados por el pueblo en cada uno de los partidos políticos y deben ser éstos los que los pongan a consideración del electorado, para cuya ejecución propongan a quienes entre sus filas expresen el liderazgo necesario para llevarlo adelante, siempre bajo el monitoreo de los órganos partidarios en ejercicio democrático de sus responsabilidades.
Quizás suene utópico hablar de democracia partidaria y sindical. Pero también lo es creer que los Perón, Néstor y Cristina serán sucedidos por otros leales, en éste contexto de disputa de intereses.  Falso. Entre 1945 y 2015 transcurren 70 años. Podrían pasar 20 años o más para que aparezca otro u otra. Mientras tanto la ruleta rusa se juega con todas las balas en la recámara.
Construir poder popular desde las bases es lo que eliminará riesgos de posibles suicidios masivos y nos garantizará impedir que vuelvan las marionetas letales para la salud, la felicidad y la vida del pueblo. 

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