¡No se puede creer! Ganó el tirano rojo. ¡Tiene que haber habido fraude! No es posible que más de siete millones de prisioneros y esclavos voten por su cancerbero, su violador, su enemigo brutal e impiadoso.
¡No puede ser! Para mayor desgracia saca el cincuenta y cuatro por ciento. ¡Maldita coincidencia!
Todos dicen que fueron elecciones limpias. Que el voto electrónico que lee las huellas digitales no permite el fraude. Quién sabe. No sea que hoy un par de millones de venezolanos anden con un dedo mocho, y por ahí haya ocultas gigantescas bolsas rojas llenas de dedos que votaron sin sus dueños en oscuras y lúgubres cuevas rojas.
Porque, si además, Morales Solá, el doctor Nelson Castro, Jorge Castro, Jorge Fontevecchia, Jorge Lanata, Marcelo Bonelli, Gustavo Sylvestre, Magdalena Ruiz Guiñazú, Luis Majul, Chiche Gelblum, y todo el resto del periodismo libre, serio, veraz, e independiente de la argentina, que lee el futuro bajo las aguas del Paraná en costas chaqueñas -en Clarín por supuesto- y lo anuncia en sus doscientos cuarenta cables de cada rincón del país, ya había jurado sobre esa, su Santa Biblia ante el papa Magnetto, que Chávez había sido devorado por el cáncer primero, y que los amigos del imperio del norte, con nosotros por supuesto, se iban a cenar sus despojos políticos en el banquete de la noche del siete, con el ensordecedor aplauso de Latinoamérica y todo el mundo occidental y cristiano eufórico por el fin del tirano muerto de muerte natural, social y política: ¿Cómo es posible esta pesadilla?.
¿Cómo es que todos estos señores periodistas, de comunión diaria de mano del papa Magnetto, acompañado de tanto en tanto por Macri, Bergoglio, Jorgito Porcel (h) y Von Wernich, hayan sido contradichos por este patético pueblo caribeño?
De seguro están tan acostumbrados al infierno que le temen al cielo. ¡Eso! Están prisioneros de Satán. El trapo rojo de la ignominia con el que se cubren los identifica. ¡Vade retro!
¿Será que esto no es más que un episodio fallido único y último, que no afecta la infalibilidad de las bulas clarinales?
Porque, ¿Qué podemos esperar ahora los argentinos?
Ya estábamos completamente convencidos que las re, re, re eran tan malas que el pueblo, lejos de apoyarlas, ante su sola mención se alzaría a la caza de todos los tartamudos eliminándolos de la faz del planeta, por si acaso nomás.
Ya millones de Ringos Stars batimos baterías por la libertad verde-con la cara de Franklin-; por la independencia de volar –a Miami-; por el derecho a preguntar-a Cristina, con perdón de la palabra-; por la justicia de no responder –a la AFIP-; y porque todo ello sea posible: por la prohibición de pronunciar la r y la e juntas so pena de lapidación con cables coaxiales, fibras ópticas, y rollos del gran diario argentino en las principales plazas de la república al son de millones y millones de cacerolas vírgenes de mugrosos guisos de pobres.
Estábamos convencidos, tranquilos y seguros, y viene este maldito demonio rojo, y maldita coincidencia saca ese maldito cincuenta y cuatro por ciento de los votos.
Pero no. A nosotros no nos va a pasar.
Nosotros somos un pueblo culto, inteligente, con memoria, libre de Satán y toda superchería. Y están Maci, y Lopez Murphy, y Cavallo, y Lilita, y hasta Menem y De la Rúa. ¿A quién se le puede ocurrir seguir como estos nueve años? ¿Quién no quisiera volver al pasado?
No. A nosotros no nos puede pasar.
Además, el cincuenta y cuatro es la vaca, no la yegua.
Amén
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