Los oportunistas, que como los carroñeros siempre están, no podían faltar ante el accidente que lo dejara al Juez Ricardo Franco herido de muerte política y social. Inerte, como para que la propia piara que lo acompañó se engorde hasta el hartazgo.
Dice la crónica que Ricardo Sánchez y José Bergia consideraron alarmante las últimas actitudes del juez Ricardo Franco que chocó con su vehículo en estado de ebriedad y habría amenazado al sindicalista Walter Bernard.
Ni José Bergia ni Ricardo Sánchez tienen autoridad moral para ahora, que Franco está destruido, disfrazarse de éticos, de dignos, y salir a parodiar. No tienen ni autoridad ni derecho, por peores. Porque además se les nota el piolín de la careta. Es lo que más se les ve.
Cuando Ricardo Franco era mucho más peligroso, de lo peligroso que es hoy, esto es cuando estaba en la plenitud de sus facultades para hacer daño desde el espacio usurpado, estos dos personajes lo apoyaron.
Cuando este mismo juez chocaba todos los días durante años la Justicia y la Constitución destruyendo el derecho y la verdad, a estos rapaces no les pareció ni alarmante ni amenazante.
Jamás se los vio en ninguna expresión del Foro por la Justicia Independiente. Jamás. Es más, junto al diputado Martín Nievas participaron de aquella otra parodia: el jury y suspensión de la doctora Mónica Lotero de Volman. Entonces, todos arrebañados, hombro con hombro brindaban con Ricardo Franco elogiando y festejando su brutal atropello a la justicia a favor de la impunidad, y su cultura alcohólica era entonces digna, y motivo de halago y elogio.
Claro que este juez no está en condiciones de seguir.
Pero de allí a aceptar silenciosamente que ahora se lo tome como bandera para esta monumental muestra de oportunismo e hipocresía hay una enorme distancia.
Porque Ricardo Franco nunca estuvo en condiciones de estar, nunca debió ser Juez, pero estuvo y está porque Bergia y Sánchez, entre otros, lo avalaron, y lo sostuvieron. Lo sostuvieron porque les era funcional. Porque les servía.
Y sólo hoy que ya ni a ellos les sirve, alzan su voz como si les asistiera algún mérito, como si cargaran la mochila y el bastón de mariscal como decía el General. Cuando realidad no conocen la mochila, porque prefirieron siempre el morral, y lo tienen ensartado hasta las orejas.
Hoy al Juez Franco hay que, con premura y usando los mecanismos legales, separarlo del cargo, contenerlo, y hacer que se trate. Para luego pedirle cuentas por el enorme daño causado a la credibilidad de las instituciones.
Pero en modo alguno abalanzarse sobre sus harapos como estas dos aves de pico encorvado, para alimentarse con sus despojos.
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