Del triunfo de Cristina y Capitanich en las próximas elecciones solo resta saber la diferencia con el segundo; quién será éste, y lo más importante: cuantos legisladores sumarán los frentes gobernantes en la nación y la provincia.
Despejada la duda sobre el destino de la presidencia y la gobernación, la elección legislativa se planta en el centro de la escena y toma una importancia superlativa. Y la tiene, porque la experiencia con mayorías opositoras en las cámaras legislativas no ha respondido a la teoría pura de una democracia funcionando armoniosamente con la oposición controlando desde el congreso.
Despejada la duda sobre el destino de la presidencia y la gobernación, la elección legislativa se planta en el centro de la escena y toma una importancia superlativa. Y la tiene, porque la experiencia con mayorías opositoras en las cámaras legislativas no ha respondido a la teoría pura de una democracia funcionando armoniosamente con la oposición controlando desde el congreso.
El poder, conmovido en sus cimientos por las políticas soberanas del gobierno popular, licuó estructuras de partidos opositores cooptando dirigencias ávidas de protagonismo, pero sin ideas, ideales ni capacidades. Y éstas, como instrumentos del establishment, lejos de controlar y colaborar por un destino mejor para la nación, desplegaron estrategias de degradación, obstruccionismo y desestabilización frente al gobierno nacional y los provinciales pertenecientes al peronismo.
Es por ello, y hasta que la madurez republicana convierta en realidad la teoría de que el que gana gobierna y la oposición controla y acompaña, la experiencia impone recuperar el control del congreso, para que la ejecución de políticas a favor de las mayorías populares continúe y se profundice, las que obviamente afectan intereses del poder económico dominante de las estructuras opositoras.
Es por ello que ésta próxima elección puede significar la consolidación de un modelo y la aceleración de las transformaciones pendientes para una mayor inclusión y una mejor redistribución de la renta, o la continuidad de la lucha por evitar el retroceso por el que batalla la corporación económica y mediática con todos sus peores recursos.
Quienes aborrecen la fenomenal transformación que a experimentado la argentina pasando de un país al borde la su disolución a principios de 2000 a ésta nación consolidada mejorando todos sus indicadores sociales, productivos y económicos al punto de ser sugerida como ejemplo por y para los amos de un mundo en crisis, harán gala, una vez mas de su bagaje de cinismo e hipocresía calificando esta pretensión como antidemocrática y dictatorial. Cuando es en realidad profundamente antidemocrático atentar contra la gobernabilidad hostigando mediante información falsa para construir realidades virtuales con el fin de desestabilizar psicológicamente a una sociedad y llevarla a constituirse en su propia victimaria votando en contra de sus intereses. Tal como ocurrió con la campaña llamada "del campo" que derivó en la traición del vicepresidente Cobos a los pequeños productores con su voto no positivo para éstos, pero altamente positivo a favor de los grupos terratenientes y agroexportadores.
Resuelta como parece también esta cuestión legislativa, más por la fenomenal transformación positiva que la mayoría de los argentinos siente, más el innegable efecto arrastre de Cristina y Coqui, y la percepción social de una oposición absolutamente inútil, malintencionada y obstaculizadora, que por mérito de la oferta, habremos dado un paso muy importante en esta crucial etapa. Pero estamos todavía en el primer tramo de una gran construcción y no debemos bajar los brazos. Al contrario, es el momento para avanzar.
Porque la continuidad del modelo a futuro solo será asegurada si lejos de triunfalismos enceguecedores hacemos una profunda revisión de la práctica política en uso, y su vínculo con la sociedad por encima de los liderazgos.
Si bien hay indicios esperanzadores a nivel nacional en especial por la creciente participación juvenil, el regreso de la agenda política entre estudiantes, trabajadores, profesionales, empresarios nacionales y artistas después de la oscuridad de la dictadura y la banalización de los 90, queda mucho por transitar, y es imperativo que sea pronto.
Todos los partidos políticos -pilares de nuestra democracia- están afectados por notorias deformaciones éticas. Actualmente los de la oposición, con pocas excepciones, no tienen chances inmediatas de recuperación por haberse entregado a las patronales mediáticas y terratenientes, por tanto vaciados.
Dentro del frente gobernante hay debates pendientes e impostergables para pasar a otras etapas de crecimiento ciudadano que superen preocupantes debilidades frente a un enemigo tan poderoso como éste lo ha demostrado especialmente en los últimos cuatro años.
La superación de añejos vicios aún en uso respecto de construcciones clientelares que resisten políticas inclusivas fundadas en la autonomía e independencia del ciudadano como sujeto social y colectivo es una de las prioridades. Subsisten aún, a pesar de los clarísimos mensajes del modelo, sectores vinculados a estas prácticas de manipulación humana.
La democratización de los partidos políticos anclados en estructuras absolutamente divorciadas de los intereses populares ha determinado que solo la aparición de liderazgos con fuerte compromiso colectivo, impongan políticas beneficiosas para las mayorías. Y esto, y más allá de la importancia de los liderazgos en cualquier etapa, es imperioso remediar con militancia por mayor participación y supresión de montaje de "aparatos" sectoriales que se disputan el poder interno manejando estructuras basadas en el sometimiento y la extorsión. Porque si al fin de aquellos liderazgos, éstas asumen la conducción, desandar el camino será violento, en caída libre.
Este es uno de los desafíos para que quién gobierna no se vea permanentemente hostigado por una oposición presa de intereses inferiores y divorciada de la sociedad -como hoy- que tiende a destruir como recurso para recuperar el gobierno y ponerlo al servicio de las históricas minorías explotadoras.
Transitado que sea éste camino construyendo ciudadanía sin dudas habrá llegado el momento para que quien gobierna lo haga con apego a los intereses populares, y la oposición con espíritu crítico pero constructivo controle y aporte.
Es por ello, y hasta que la madurez republicana convierta en realidad la teoría de que el que gana gobierna y la oposición controla y acompaña, la experiencia impone recuperar el control del congreso, para que la ejecución de políticas a favor de las mayorías populares continúe y se profundice, las que obviamente afectan intereses del poder económico dominante de las estructuras opositoras.
Es por ello que ésta próxima elección puede significar la consolidación de un modelo y la aceleración de las transformaciones pendientes para una mayor inclusión y una mejor redistribución de la renta, o la continuidad de la lucha por evitar el retroceso por el que batalla la corporación económica y mediática con todos sus peores recursos.
Quienes aborrecen la fenomenal transformación que a experimentado la argentina pasando de un país al borde la su disolución a principios de 2000 a ésta nación consolidada mejorando todos sus indicadores sociales, productivos y económicos al punto de ser sugerida como ejemplo por y para los amos de un mundo en crisis, harán gala, una vez mas de su bagaje de cinismo e hipocresía calificando esta pretensión como antidemocrática y dictatorial. Cuando es en realidad profundamente antidemocrático atentar contra la gobernabilidad hostigando mediante información falsa para construir realidades virtuales con el fin de desestabilizar psicológicamente a una sociedad y llevarla a constituirse en su propia victimaria votando en contra de sus intereses. Tal como ocurrió con la campaña llamada "del campo" que derivó en la traición del vicepresidente Cobos a los pequeños productores con su voto no positivo para éstos, pero altamente positivo a favor de los grupos terratenientes y agroexportadores.
Resuelta como parece también esta cuestión legislativa, más por la fenomenal transformación positiva que la mayoría de los argentinos siente, más el innegable efecto arrastre de Cristina y Coqui, y la percepción social de una oposición absolutamente inútil, malintencionada y obstaculizadora, que por mérito de la oferta, habremos dado un paso muy importante en esta crucial etapa. Pero estamos todavía en el primer tramo de una gran construcción y no debemos bajar los brazos. Al contrario, es el momento para avanzar.
Porque la continuidad del modelo a futuro solo será asegurada si lejos de triunfalismos enceguecedores hacemos una profunda revisión de la práctica política en uso, y su vínculo con la sociedad por encima de los liderazgos.
Si bien hay indicios esperanzadores a nivel nacional en especial por la creciente participación juvenil, el regreso de la agenda política entre estudiantes, trabajadores, profesionales, empresarios nacionales y artistas después de la oscuridad de la dictadura y la banalización de los 90, queda mucho por transitar, y es imperativo que sea pronto.
Todos los partidos políticos -pilares de nuestra democracia- están afectados por notorias deformaciones éticas. Actualmente los de la oposición, con pocas excepciones, no tienen chances inmediatas de recuperación por haberse entregado a las patronales mediáticas y terratenientes, por tanto vaciados.
Dentro del frente gobernante hay debates pendientes e impostergables para pasar a otras etapas de crecimiento ciudadano que superen preocupantes debilidades frente a un enemigo tan poderoso como éste lo ha demostrado especialmente en los últimos cuatro años.
La superación de añejos vicios aún en uso respecto de construcciones clientelares que resisten políticas inclusivas fundadas en la autonomía e independencia del ciudadano como sujeto social y colectivo es una de las prioridades. Subsisten aún, a pesar de los clarísimos mensajes del modelo, sectores vinculados a estas prácticas de manipulación humana.
La democratización de los partidos políticos anclados en estructuras absolutamente divorciadas de los intereses populares ha determinado que solo la aparición de liderazgos con fuerte compromiso colectivo, impongan políticas beneficiosas para las mayorías. Y esto, y más allá de la importancia de los liderazgos en cualquier etapa, es imperioso remediar con militancia por mayor participación y supresión de montaje de "aparatos" sectoriales que se disputan el poder interno manejando estructuras basadas en el sometimiento y la extorsión. Porque si al fin de aquellos liderazgos, éstas asumen la conducción, desandar el camino será violento, en caída libre.
Este es uno de los desafíos para que quién gobierna no se vea permanentemente hostigado por una oposición presa de intereses inferiores y divorciada de la sociedad -como hoy- que tiende a destruir como recurso para recuperar el gobierno y ponerlo al servicio de las históricas minorías explotadoras.
Transitado que sea éste camino construyendo ciudadanía sin dudas habrá llegado el momento para que quien gobierna lo haga con apego a los intereses populares, y la oposición con espíritu crítico pero constructivo controle y aporte.
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