sábado, 9 de febrero de 2019

¿QUE ES LA UNIDAD?


Sobre la construcción de un espacio de unidad de la oposición conformada por el campo popular, hay una cuestión que no se puede soslayar: Y es tener presente, hasta donde el pueblo está dispuesto a llegar.


Porque no siempre, y diríamos casi nunca, las urgencias o las prioridades de la dirigencia son las mismas que las del pueblo. Entonces, como quienes en definitiva tienen que protagonizar son las masas, difícilmente se avance en una construcción tal y como la conciben los dirigentes.

Y no es que no sea la dirección correcta, sino que simplemente no hay una maduración en el pueblo de las ideas en danza.

Quizás cometemos el mismo error que Paulo Freyre le señaló en su momento al sistema educativo, al que denominó “bancario”. Porque es un modelo en el que el docente introduce en la cabeza del alumno –a modo de alcancía- los conocimiento e ideas que considera correctos. Es el caso en que prácticamente no hay diálogo: uno es el que dispara –ideas, conocimientos- y el otro recibe.

La contracara sería una educación dialógica (Freyre) en la que se produce un intercambio y ya el alumno no es una alcancía, sino un ser que está pensando, debatiendo e incorporando conocimientos

Podríamos tomar como un ejemplo de este “divorcio” entre la voluntad y pretensiones de la dirigencia y la del pueblo, lo que nos ocurrió con los Consorcios de Servicios Rurales.

Un grupo de dirigentes, con poca intervención de productores discutimos la idea, largamente, redactamos la ley y concluimos que teníamos una herramienta contundente para la liberación de los productores de la histórica dependencia del funcionariato.

Fue durísima la pelea, porque quienes hacen del clientelismo una manera de permanecer no entregan así nomás las llaves de las decisiones. Por esa razón, cuando se aprobó la ley, la euforia que experimentamos fue sensacional. Entendíamos que ahora sí los Agricultores Familiares tenían en su mano la herramienta para decidir, que hacer, como y cuando. Ya que dados ciertos presupuestos los fondos destinados a los Consorcios fluirían a sus cuentas sin que ningún funcionario tenga que poner su firma para que éstos se disparen.

Esos “ciertos presupuestos” se dieron en muy pocos casos. ¿En qué consistían? En mantener vigente la Personería Jurídica, abrir cuenta en el banco, entre otros. Hoy, a varios años de funcionamiento totalmente irregular respecto de sus objetivos, un número importante de Consorcios, no funciona o funciona con la participación de un 5% de los productores asociados.

Pasó que lo que fue concebido como una herramienta emancipadora y de gran valor para el crecimiento del sector tropezó con dos carencias dramáticas. Una, la falta de comprensión de su valor estratégico, y la segunda, producto en gran parte de la primera: la escasa participación de los asociados.

Pasó como pasa en los partidos políticos, los clubes, las asociaciones, etc., se elige un cuerpo de conducción y luego cada uno a su casa delegando en ese cuerpo todas las decisiones. Eso sí, con el paso del tiempo y ante la pregunta de cómo anda el Consorcio, la respuesta es ¡mal!, pero ante la siguiente pregunta: ¿vas a las reuniones? La respuesta es no. No tengo tiempo.

Los destinatarios de ésta valiosa herramienta no maduraron su valor ni se apropiaron de ella como para evitar seguir siendo manipulados por la dirigencia. Esto es tan obvio que alguna vez escuchamos al presidente de la Asociación de Consorcios agradecer al gobierno porque le “transfirieron” ciertos fondos. ¡Insólito! Cantarle loas a la dependencia es no haber entendido nada del espíritu profundo de la ley.

Volviendo a la construcción de unidad. Este breve relato sobre el –hasta ahora fracaso- de la Ley de Consorcios de Servicios Rurales, marca la complejidad de la organización de las bases para construir cualquier unidad. Porque lo otro sería la unidad entre dirigentes. Y eso ya lo tenemos, -al menos hasta ahora en el Chaco- con los resultados a la vista en estos últimos cuatro años.

Si la unidad no surge de un modelo macerado en las bases, no hay unidad.

Ya lo dijo alguien con algo más de visión que cualquiera de nosotros:

“En el trabajo con las masas es preciso partir de las necesidades de éstas, y no de nuestros propios deseos, por buenos que fueren. Ocurre en ocasiones que las masas necesitan objetivamente alguna reforma, pero la conciencia subjetiva de esa necesidad no ha madurado aún en ellas y no se muestran dispuestas ni decididas a llevarlas a la práctica. En ese caso tenemos que esperar con paciencia e introducir la reforma solo cuando, gracias a nuestro trabajo, haya madurado la necesidad en la mayoría de las masas y éstas se encuentren dispuestas y decididas a llevarla a la práctica, porque de lo contrario quedaremos aislados... En ese sentido tenemos dos principios: Primero, lo que las masas necesitan en realidad, y no lo que nosotros imaginamos que necesitan; y segundo, lo que las masas están dispuestas y decididas a hacer, y no lo que nosotros estamos dispuesto a hacer en beneficio de ellas.”

Es en consecuencia en este punto el trabajo de la militancia formada en el crisol del campo popular para generar en las bases la movilidad necesaria para que el contagio haga florecer ideas y propuestas que en algún punto puedan sintetizarse en un modelo nacional popular y revolucionario, pero surgido de las bases y apropiado por éstas para que no haya ni gurúes ni medios capaces de generar operaciones mediáticas que puedan cambiarlo.


Y sepamos, que todas estas supuestas unidades que se tejen entre dirigentes, la mayoría con escaso respaldo popular, son una estafa al pueblo, porque no son mas que roscas que consolidan ciertos modos tramposos de evitar la real voluntad popular.

Pasemos entonces, también en política, de la construcción “bancaria” a la “dialógica”

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