El ejercicio de la venganza denota la presencia de sentimientos inferiores no debidamente superados. Importa el deseo irrefrenable de producir un daño al otro como respuesta al que se valora sufrido.
Esto es lo que lucen sin abochornarse los bloques mayoritarios de la Cámara de Diputados insistiendo en destituir facciosamente al Defensor del Pueblo porque no permitió el conchabo de sus adláteres.
Ese sería para cualquier lector que sigue este impropio sainete, el motivo por el que, vetada la ley que definía la estructura incluyendo los nombres de –en su mayoría- familiares de los diputados, éstos ahora quieran también dejar sin efecto la norma por la que fueron designados tanto el defensor como el adjunto. Norma plenamente vigente al ser sancionada y promulgada en los términos legales, y como consecuencia solo el juicio político podría determinar la remoción de los designados.
Este dislate tiene a primera vista un sentido de revancha preñada de venganza contra la negativa del doctor Gustavo Corregido de aceptar mansa y sumisamente la felonía.
Pero es tan burdo el intento destituyente y notorio el silencio de las conducciones partidarias como avalando una nueva afrenta a la responsabilidad, la transparencia y la confianza, que el sentimiento inferior de venganza va cediendo frente a razones tan viles y peligrosas como ésta.
Y toma cuerpo la versión que los tiempos que se avecinan no aconsejan poner en funcionamiento el Instituto en atención a que podría constituirse en un obstáculo para las políticas a implementarse, y que claramente importarían la violación de puntuales derechos ciudadanos.
Se degradan las instituciones cuando quienes debieran reputar excelencia se convierten en hordas sedientas de venganza, porque es el honor quién sucumbe ante ella, aunque no menor es la degradación cuando de manera premeditada se conspira usando funcionales capaces de traicionar valores, principios, compromisos y la voluntad popular, para fines políticamente inconfesables. Tales como imponer un Defensor que traicione al pueblo con la errónea convicción de que ello favorece al gobierno.
No deja de sorprender que sea tan poderoso el aislamiento que impide se valore aunque más no fuera la vergüenza con que se cubre quién provoca y se provoca tamaña degradación y el descrédito político que importa tan evidente y vil maniobra.
Se equivocan quienes aconsejan, y quienes creen que el Defensor del Pueblo no sumiso y funcional se convierte automáticamente en enemigo el gobierno y un obstáculo para el logro de sus objetivos. Solo lo sería si éstos fuesen contrarios a los intereses colectivos. En consecuencia, nada mejor para un gobierno del pueblo como el nuestro, que el pleno funcionamiento de todos los mecanismos de control y defensa que eviten desvíos, errores o actos reñidos con el limpio ejercicio de la política como herramienta de transformación positiva.
Nada más saludable para las instituciones, el gobierno y el pueblo que el libre e independiente fluir del sistema que garantice que la verdad luzca en todos los actos y que éstos sean el fruto del ejercicio de la justicia y la equidad.
Todo atajo que se pretenda transitar para el logro de objetivos que se suponen superiores y se consideren incomprensibles y por tanto no debatibles con el cuerpo social, invariablemente importan una afrenta al compromiso asumido y exponen una cuota de prepotencia y soberbia altamente peligrosa tanto para el proyecto colectivo como para cualquier proyecto personal a largo plazo.
El gobierno del pueblo de la provincia del Chaco, que en sus primeros cuatro años llevara adelante la más importante gestión que se recuerde, logrando recuperar de la postración a miles de comprovincianos víctimas de exclusión, marginación y condenados al analfabetismo, la desocupación, la mortalidad y el hambre por gestiones pasadas basadas en el saqueo, no solo no necesita tomar ningún atajo, sino que debe consolidar el rumbo del desarrollo con inclusión social comprometido en todos los acuerdos preelectorales y esperado por los chaqueños.
La puesta en funciones del Defensor de Pueblo es una materia pendiente y no debe dilatarse más. Mucho menos usando estos perversos mecanismos tendientes a hacer creer al pueblo que se lo pretende defender cuando en realidad la intención es la opuesta.
El Defensor del Pueblo está designado, y es él quien debe proyectar y proponer la estructura de cargos que como en todos los poderes del estado deberá ser cubierta rindiendo concursos de antecedentes y oposición. No le demos más vueltas de trampa e hipocresía a una cuestión absolutamente clara y sencilla.
También está pendiente el impulso, sin doble discurso, de las acciones para darnos un Superior Tribunal conformado por excelentes como contracara de los corruptos que hoy lo pueblan. Recordando que lo comprometimos como estandarte de campaña.
Representantes de los usuarios en las empresas del estado tampoco debe ser un olvido de promesas que se prolongue.
Avanzar en desarrollo superador de la asistencia implica evitar la concentración, ampliando en su base tanto el aparato productivo primario como industrial teniendo como principio que existe la posibilidad de un punto de equilibrio entre el progreso, el desarrollo y el respeto a nuestros recursos. Para ello tener siempre presente que es necesario satisfacer nuestras necesidades, pero sin poner en riesgo la posibilidad que las futuras generaciones puedan satisfacer las suyas.
Por todo ello, se hace imprescindible no hacer el juego a las versiones que pretenden vincular a nuestro Frente con estas estratagemas que se tejen en una legislatura que no muestra signos de recuperación en cuanto a su alta responsabilidad hasta ahora –en muchos temas- recurrentemente ignorada.
Señales claras en estos sentidos, de la más alta dirigencia fijando posiciones contundentes y que en tal caso expongan en toda su irresponsabilidad a quienes siguen obstaculizando el cumplimiento de irrenunciables compromisos terminarían con supuestas dudas respecto de las intensiones del conjunto de las fuerzas gobernantes que protagonizan una excelente gestión y que reconociendo y corrigiendo errores están en condiciones de consolidarse como la mejor de la historia de la provincia, no para vanidad de sus protagonistas sino para que la justicia social y la felicidad del pueblo cubran toda nuestra geografía y se proyecten al futuro.
No es de utópicos mantener la esperanza que prime la reflexión y con ella la seriedad, sinceridad y respeto a un pueblo que valora, y que así como premia también castiga.
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