“¿Quién carajo va a escuchar la radio de los wichis? ¿quién va a poner avisos en la radio de los wichis? ¿Y cómo le van a pagar el sueldo a los operadores? Esto es vida real. Es un negocio como cualquier industria.” Parecen expresiones del más pragmático de los economistas neoliberales que de un pretendido periodista independiente.
Pero éste concepto de la comunicación pertenece a Jorge Lanata. Un Lanata claramente quebrado.
No es ya el periodista combativo que hizo su carrera batallando contra las injusticias del poder económico que ponía gerentes en La Rosada. Ni el militante que acompañó la lucha durante la última década infame hacia la búsqueda de un gobierno para todos los argentinos.
¿O el verdadero Lanata siempre fue este? Y el otro era el impostor.
Al menos éste suena lamentable y vergonzosamente auténtico.
Impacta que un hombre inteligente, el que además demostró sobradamente no ser empresario de medios, ya que creó y vendió, en general agobiado por mala administración y escaso criterio comercial, se exprese con tamaña brutalidad sobre la posibilidad de poner al aire una radio en idioma wichi.
La respuesta a su brutal ¿Quién carajo va a escuchar la radio de los wichis? es tan simple como contundente: Los Wichis ¡bestia!, esos que por suerte no te entienden a vos Lanata.
Para éste Lanata una radio wichi “es un negocio como cualquier industria”. Bárbaro. Eso explica sobradamente su respuesta: ¿A dónde voy a ir si no es al Grupo Clarín? ante una pregunta de la periodista de por qué trabaja para el monopolio.
Y tiene razón, este nuevo Lanata fue remoldeado en las matrices de esa prensa, de esos medios para los que la empresa está por encima de la actividad periodística y se sirve de ella. Para los que la información es un insumo empresario que se procesa y se entrega para el consumo, pero para que alimente los intereses mercantiles de quienes ejercen el poder en los mismos y por su intermedio. Y los periodistas, inteligentes engranajes funcionales, de ese, tan bien definido por Lanata: “negocio como cualquier industria”, que no tiene que ver con la información, la libertad, ni la verdad.
Vale la pena leer este reportaje a Jorge Lanata para observar como sin proponerselo un hombre puede mostrarse auténtico.
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