Los tolerantes argentinos, graduados ellos en la universidad de las editoriales libertarias consagradas como cantera ideológica opositora, insisten con la intolerancia del gobierno y quienes lo apoyamos, para con sus leales cuestionamientos y finas calificaciones.
Quizás esté comenzando yo en este momento a poner en práctica mi intolerancia, al menos según algunas apreciaciones. No importa, siendo ellos maganánimos maestros tolerantes, apelo a su tolerancia.
En nombre de la toleracia desde hace tiempo bombardean nuestras mentes con la consigna que asegura que este gobierno y quienes defendemos este Modelo Nacional y Popular somos intolerantes con los que "piensan distinto".
Los que "piensan distinto" dicen por ejemplo que "este es el peor gobierno de la historia"; que la presidenta es "una yegua"; que "estamos fuera del mundo"; que el kirchnerismo es "un flagelo"; que "los planes sociales mantienen vagos"; que "la educación está en su peor momento"; que "los jubilados son olvidados e ignorados"; que "el gobierno es enemigo del campo"; que "con este gobierno no hay libertad de prensa"; que "el gobierno se está cayendo a pedazos"; que estamos ante un "fin de ciclo". En fin, todo esto se dice del lado de la tolerancia, reclamando tolerancia por supuesto. Y que nadie ose decir que esto no es absolutamente cierto, porque inmediatamente se convierte en un energúmeno intolerante.
Ellos ejercen su libertad de opinión desde todos los medios que dicen no poseer libertad de prensa (¿?), mientras nosotros, si decimos que no es cierto todo eso, seremos lapidados en el altar de la tolerancia.
En realidad lo que se busca es silenciar a los que -como este domingo- defendemos lo que consideramos uno de los mejores gobiernos de nuestra historia. Dicho esto con la convicción de que se cometen errores y falta mucho por reconstruir todavía.
Se trata de aplicar un calificativo -intolerante- que descalifique al otro y lo haga aparecer ante los demás como inválido.
En verdad no me lo creo.
Sí creo que son válidas todas las opiniones vertidas con honestidad desde cualquier posición ideológica, y siempre que se exprese, también con honestidad, que modelo de país se defiende.
No reconozco, ni debemos reconocer aquellas que están preñadas de mentira, hipocresía y mala fe, como la mayoría de las que más arriba he mencionado.
No repudiarlas no es ser tolerante, es ser irresponsable y cómplice de campañas montadas para destruir. Y aquí tampoco cabe el discurso de "se creen dueños de la verdad", porque, como dijera el compañero, la única verdad es la realidad, y la realidad indica que la mayoría de estas afirmaciones de los "tolerantes" nada tienen que ver con la realidad real que se quiere reemplazar por la virtual con los nuevos cañones del ejército origárquico: los micrófonos, las pantallas y las partituras de los diarios.
Este domingo muchos se quedaron con sus espejos sin vender. Esos que pensaron que desde los medios, bombardeando el cerebro de la gente, se podía destruir lo logrado, y reconstruir el país chiquito para pocos que nos dejaron el 2001. Se equivocaron.
Nosotros, lejos de estos discursos silenciadores distingamos perfectamente lo que es tolerancia y lo que es estupidez al callar frente a la mala fe, y a la infamia de pretender que nos autodestruyamos.
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