viernes, 10 de agosto de 2018

ABORTO. NO FUE LEY...


Luego de una intensa campaña de sectores que buscaban rechazo, y otros, en apariencia mayoritarios, aprobación, el Senado dijo no al proyecto que venía con media sanción desde diputados. Y el aborto no tiene ley. Es probable que el proyecto en debate no haya contemplado una cobertura integral de la problemática. Y que su puesta en debate tenga más que ver con cierto oportunismo y especulación que respondiera a la fuerte campaña de un colectivo muy importante de mujeres, y hombres, a favor de una ley que impida la criminalización de la práctica. También están quienes lo ven como un distractivo dado el fracaso, o éxito para pocos, de la política económico-social del gobierno.


Hace mucho tiempo que un tema no concitaba tanto interés y tan voluminosas adhesiones tanto a favor como en contra.

Dejando de lado las posiciones extremas que hicieron que algunos se autocalificaran "a favor de la vida" o "a favor de las dos vidas", induciendo a pensar que los otros están en contra de la vida, de una o de las dos. Obviando también las objeciones de conciencia vinculadas a creencias religiosas, es dable reflexionar si, sin ley estamos mejor, igual, o peor que antes.

Es posible que, viendo la cuestión con perspectiva de futuro estemos mejor. Porque se derribó un muro, un tabú infranqueable hasta hace muy poco. Se puso en superficie un tema controversial pero real y dramático, hasta hace poco tiempo, oculto, oscuro.

Las exposiciones de los senadores han sido un reflejo de la controversia en la calle. Algunas con fundamentos y otras entre desopilantes y penosas. No fueron pocos los que expusieron sobre sus pertenencias religiosas, lo que le da algún grado de sustento a ciertas publicaciones de diarios del mundo vinculando a la iglesia como la principal opositora a la aprobación de la ley. Es el caso de Le Monde de Francia que ilustró con la caricatura que sigue el resultado de la votación en sentido negativo.

Faltó quizás en el proyecto una evaluación concreta del objetivo final de una ley que claramente debe estar dirigido a evitar, o cuanto menos disminuir las consecuencias trágicas del sometimiento a la clandestinidad al no haber ley.

Todos sabemos, y tenemos conciencia que una ley que no tenga la infraestructura y la logística para que su aplicación sea posible y efectiva, es letra muerta. Y además, una estafa a la sociedad.

Entonces, es dable evaluar si no faltó explicar en detalle el tratamiento que el estado le daría a la mujer con necesidad de abortar, en el sentido de ayudar a la reflexión tratando de que tal decisión no sea apresurada, o impulsada por cuestiones salvables con el abordaje estatal. Esto permitiría concretamente salvar vidas.

También faltó explicar con claridad como se superarían las carencias en la estructura de la salud pública para incorporar un incremento en la demanda de servicios que provocaría esta ley. Además cómo y en que lugares estarían los equipos interdisciplinarios que se ocuparían de la inmediata atención de las embarazadas que demandaran atención. Cuál sería el impacto presupuestario y el origen de los recursos, entre otras cuestiones no menores.

Partiendo de la certeza que nadie, absolutamente nadie, en ninguna de las posiciones que aparecen como antagónicas está a favor del aborto, ni de la muerte de una o de las dos vidas, es imprescindible continuar con el análisis de este tema para acercar posiciones abandonando fundamentalismos y dogmatismos, para enfocar la cuestión desde la realidad de un estado de situación grave que impone clandestinidad, discriminación y alto riesgo de vida para quienes no tengan los recursos que les permitan acceder a prácticas más seguras.

Pero que a nadie quepan dudas que este tema, y el resultado de esta votación, son solo parte de un proceso que es imparable. En algún momento habrá ley. Lo que no quiere decir que ella agreda a nadie, al contrario, el debate y la incorporación de todos los detalles que estuvieron ausentes hoy, deberá garantizar mayor concenso y la vida en todos sus sentidos, sin clandestinidad ni discriminación. Con lo que asegurarán menos abortos, se salvarán más vidas, y se pondrá en un plano de igualdad a y todas, sin distinción de clases o capacidad económica.

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