EN BUSQUEDA DE LA CONSOLIDACIÓN PENDIENTE
Primera Parte: Muerte y resurrección del peronismo
La Argentina se debate entre ciclos populares, frente a otros
reaccionarios, autoritarios y neoliberales, desde siempre.
No se trata de una espiral, sino de un círculo cerrado en el que giramos emergiendo en tiempos desde la más profunda pobreza y desprotección, para volver a sumergirnos ni bien inhalamos algunas bocanadas de bienestar más o menos general. La rueda gira lentamente. Muchos pierden la vida sumergidos en el fárrago de las luchas concentradoras y distributivas. El costo social es enorme, dantesco.
No se trata de una espiral, sino de un círculo cerrado en el que giramos emergiendo en tiempos desde la más profunda pobreza y desprotección, para volver a sumergirnos ni bien inhalamos algunas bocanadas de bienestar más o menos general. La rueda gira lentamente. Muchos pierden la vida sumergidos en el fárrago de las luchas concentradoras y distributivas. El costo social es enorme, dantesco.
A Irigoyen lo derrocó la ola conservadora para escarmentar la
incipiente emergente de políticas sociales. Perón plantó el mojón más
importante, con la instalación del mayor paquete de derechos sociales,
políticos y del trabajo, que hasta ese tiempo se conociera en América Latina.
El escarmiento fue proporcional. A sangre y fuego se cortó ese proceso
democrático de justicia social.
Hasta hoy las paredes de los edificios circundantes de la
Plaza de Mayo conservan los rastros de los bárbaros bombardeos al pueblo con el
objeto de quebrar la resistencia a la pérdida de la mejor calidad de vida
experimentada. Fue a contrapelo de la voluntad popular. Por eso sangre y fuego.
Por eso muerte y proscripción con prohibición de mencionar la palabra maldita
para la oligarquía: Perón.
Entre el 55 y el 73 el círculo se repitió varias veces, con
democracias débiles, con el peronismo proscripto, y dictaduras cada vez más
duras. Así llegamos al genocidio del 76/82 impulsado por las corporaciones
económico financieras y mediáticas a fin de intentar, esta vez con el
terrorismo desde el estado, terminar con un peronismo que daba la gran batalla,
hasta en su propio seno, por consolidar la redistribución de la renta que
promueva la Justicia Social que quedara trunca en el 55.
El genocidio fue la esperanza de la oligarquía para, esta vez
sí, terminar con el peronismo. Se lo volvió a estigmatizar desde distintos
frentes, incluido el sector conservador ortodoxo de la Iglesia y especialmente
los medios de comunicación corporativos. Sin embargo luego de pruebas
parcialmente fallidas y la enorme crisis de las políticas neoliberales que
estallaron la argentina en 2001, el siempre vigente peronismo retornó de la
mano de Néstor Kirchner en 2003.
A partir de esta resurrección, doce años gobernó en esta
reciente etapa el peronismo con apego a sus mejores tradiciones históricas. Y
eso se transformó en un problema serio para el poder del mercado, para la
oligarquía, que vivió, vive y respira a pulmón lleno cuando inunda la pobreza,
la miseria y la desigualdad que se profundiza cuando se impone la ley de la
selva que pregona el libre mercado.
Eso, repitiendo la historia del 55 y del 76 desató una nueva campaña, perfeccionada y multiplicada
para cortar no solo este crecimiento de un modelo de país más justo, sino
también romper la consolidación del bloque latinoamericano no alineado con el
poder hegemónico continental y global.
Esa fenomenal campaña que, hoy las pruebas de los hechos
confirman fue basada en la mentira, en el cinismo, en el engaño, pero que en su
momento prometía cuidar todos los logros, afirmando “no vas a perder nada de lo
que tienes”, que sostenía enfáticamente “no mientan, no vamos a devaluar”, que
cuales predicadores de la medianoche gritaban “tenemos derecho a vivir mejor”, “tenemos
derecho a ser más felices”, pero una vez conseguido el objetivo se encargaron
que decenas de miles pierdan lo que tenían como trabajo y salario; despidieron
en seis meses ciento cincuenta mil trabajadores, devaluaron inmediatamente un
45% la moneda quitándole medio salario a los que aún lo conservan, y a todos
ahora les dicen que lejos de tener derecho a vivir mejor y ser más felices, que
estuvimos mal acostumbrados a vivir bien, que no tenemos derecho a tener
calefacción, aire acondicionado, celular, auto. Que no podemos pretender viajar
y comer afuera. Pruebas contundentes de la gran estafa a la fe pública de un
pueblo ciertamente ingenuo.
Paralelamente, y para desalentar cualquier expectativa de
volver a recuperar todo lo que nos están quitando, se dice en este tiempo que
el Kirchnerismo desapareció. Que ya fue y no existe más. He aquí un error grave
de lectura del peronismo. También cuando la revolución fusiladora del 55 avanzó
en la destrucción de las conquistas sociales y el ascenso de sectores
postergados por la explotación conservadora, se firmó repetidamente la partida
de defunción del peronismo. Sin embargo, nunca, en los dieciocho años de
proscripción hubo una figura política más convocante que el General Perón, pese
a la proscripción, las prohibiciones y el exilio.
Algo similar, con diferencias por cierto, ocurre hoy con el
Kirchnerismo. Y el error radica en que se pretenda hacer aparecer al
Krchnerismo como algo desconexo del peronismo. Porque no lo es. Es más, el Kirchnerismo
es peronismo en una de sus máximas expresiones, y ya veremos más adelante (en una Segunda Parte) por
qué. En consecuencia, así como el peronismo no solo no desapareció, sino que
creció en la adversidad durante años de proscripciones, campañas de descrédito,
torturas, desapariciones y muerte de miles de sus militantes, tampoco será esta
nueva ola neoliberal su sepulturero. De modo que eso de que el
Kirchnerismo/peronismo ha muerto no es más que la vieja y fracasada expresión
de gorilas deseos de la oligarquía. Fracasada expresión de deseos motivada por
la filosofía política nacional y popular del peronismo que odian, y también
porque las olas conservadoras, los tsunamis neoliberales tienen el sus genes el
espíritu destructivo de la calidad de vida de las mayorías como necesaria
estrategia de acumulación de las corporaciones que lejos de la redistribución
de la renta se sustentan en la concentración en pocas manos, las suyas. Y esto
hace que el pueblo recupere memoria y convoque al peronismo a la reconstrucción
del país. Por eso jamás desaparecerá, más allá de los matices semánticos con que se lo denomine según los tiempos.
El miércoles 14 de junio:
No hay comentarios:
Publicar un comentario