jueves, 19 de febrero de 2015

LA RAZÓN DE MI VIDA, Y UNA LECCIÓN CULTURAL.

En tiempos de cíclicas sequías democráticas y florecer de rebrotes culturales estrechos, en un templo icono de la cultura chaqueña, algún pacifista, antidivisionista y mayorista de amor, colgó en el baño un ejemplar del libro "La Razón de mi Vida". 

Evita lucía su odiada figura en aquella tapa perforada como ignorando el alambre que la sostenía en ese lugar, símbolo elocuente de la cultura de intolerancia, rencor y desprecio.

Fue comidilla en bares de nuestra "Recoleta" chaqueña. Sobresalientes, distinguidos y prominentes abdómenes se agitaron por las carcajadas entre los concurrentes de aquel cielo...raso cultural del subdesarrollo resistenciano. Imaginaban el aplastamiento psicológico de la peonada que había creído que eran gentes. Al tiempo que elogiaban esta expresión de humor cultural de vernáculos pre anunciadores de Charlie Hebdo. ¡Hay que tener sentido del humor ché!, se repetía en todas las reuniones sociales que se sentían mas en la fresca y fragante Francia que en el cálido Chaco.

Esperaban ansiosos que todo el peronismo supiera que allí pendía aquel libro contaminante consumido en millones de hogares pobres. Sabedores y rencorosos, porque el mismo, abriendo mentes y bocas había permitido un paso más frecuente por el despreciable recinto al que había sido confinado, disfrutaban mientras consientes de eso, esperaban que las panzas vacías gritaran su impotencia para que esa música inunde las fiestas del feudo cultural, político, económico y social local.

El desafío incluía la esperanza que algún atrevido atacara el altar para cobrarse la infamia, y recibiera el justo y merecido castigo por tal osadía. La policía estaba avisada que ignorantes, violentos e intolerantes podrían acechar para coartar la libre expresión cultural, que entregaba llaves a selectos señores del mundo para acceder a la iglesia.  El templo estaba vigilado por indisimulados y conocidos stiusos de cabotaje. 

Por la puerta no era tan sencillo entrar. Un invisible detector clasista haría sonar alarmas ante el paso de alpargatas bigotudas. En esa estancia urbana no había fogón, ni arrieros, de modo que no era lugar para peones. Pero el peronismo nunca fue esquivo a los desafíos. Se nutrió con pibes de las chacras, de los barrios, retoños de cosecheros y obreros, hijos de maestros y lavanderas, y también de señores constructores del acervo cultural, que en la escuela pública sintieron el calor solidario de sus compañeros descalzos y rompieron cadenas para sumarse a los cabecitas negras.

Eso permitió que se tiendan puentes sobre la grieta, y que se franqueen puertas obturadas. Así fue como la JP se las ingenió para que una mano anónima tome un corcho de champagne entre los que abundaban en el piso del altar cultural, y con la ayuda de una caja de fósforos "Ranchera" construyera una tiza negra para estampar en la pared que sostenía el libro ultrajado la frase: "Si no les entra por la cabeza, que les entre por el culo". 

La misma mano, acarició el libro, como disculpándolos con la compañera, y se fue, para rápidamente perderse en las oscuridades de las polvorientas calles de Resistencia. Esperaban los cumpas con un guiso aderezado con el hueso gustador que facilitaba una mamá generosa. Preguntaban si la letra no iba a delatar esa mano que era de todos. Al tiempo que escuchaban felices como habían perforado el muro invisible, para que Evita supiera que ellos estaban dando testimonio suyo ante la propuesta agresiva, intolerante y llena de odio. 

La lección de conciencia aplastó la euforia y el pánico borró sonrisas. Los señores de las carcajadas prohibieron la entrada al retrete a sus esposas e hijos, al tiempo que se preguntaban si existiría riesgo de contaminación. Por si acaso, preventivamente el libro fue retirado y como posible antídoto reemplazado por un ejemplar de un gran diario argentino.

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