sábado, 1 de junio de 2013

CAMBIO DE NOMBRE DE LA CALLE JULIO A. ROCA
Leo con satisfacción la noticia de la propuesta del concejal Saúl Medero para cambiar el nombre de la calle Julio A. Roca.
Es insólito, agresivo y ofensivo que aún tengamos que obligar a las víctimas del exterminio a mencionar que viven en una calle que lleva el nombre de quién asesinó y promovió la desaparición de sus ancestros. Del mismo modo ocurre en el pueblo de Presidencia Roca, en nuestra provincia, enclavado justamente en una de las cunas indígenas de la región. Y también lo es para el conjunto de argentinos que repudiamos todos los genocidios, no solo los que afectan a nuestros contemporáneos, y estamos convencidos que el llevado adelante contra nuestros hermanos indígenas está entre los más aberrantes. A tal punto que aún subyace en ciertos sectores sociales la discriminación.
Otro debate merece sin dudas el nuevo nombre que se le asigne a esa arteria.
El concejal propone el de Papa Francisco. Personalmente pienso que para la imposición de un nombre debe merituarse la historia personal y pública de quién puede ser merecedor de tal distinción. Pero la historia completa, en toda su extensión. Y si bien millones de argentinos que profesan la fe católica sienten un legítimo orgullo por el advenimiento del cardenal Jorge Bergoglio al papado, resulta prematuro valorar su historia en un período tan corto.
Y creo además que lo simbólico no es secundario cuando se trata de reivindicar la verdadera historia. Por ello, entiendo que sería apropiado colocarle el nombre de alguien que pueda simbolizar a las víctimas de las distintas masacres planificadas en nombre de la civilización que siempre estuvo atada paradogicamente a la espada y la cruz.
Y en ese orden de pensamiento me permito aquí transcribir una carta que escribiera el 11 de junio de 2007 en ocasión que un grupo de jóvenes procediera a cambiarle el nombre a esta misma calle Julio A. Roca la madrugada del día 24 de mayo de aquel año:
CALLE CACIQUE MAIDANA
En la madrugada de este día, 24 de mayo, he tenido una experiencia singular que entiendo merece ser difundida. Siendo las 3 horas aproximadamente en una esquina de la ciudad observo un grupo de jóvenes que subidos a los caños de sus bicicletas apoyadas a un cartel indicador de calles realizaban maniobras que llamaron mi atención.
Al volver a pasar para observar en detalle ésta actitud, veo que con aerosoles y plantillas estaban tapando el nombre de una de las calles, para luego imponerle una nueva denominación. El nombre que se cubría con pintura es el de "Julio A. Roca", sobre el que imprimían el de "Cacique Maidana".
Al ver que lo hacían con total tranquilidad me detengo para interesarme sobre las motivaciones que los llevaban a exponerse a tan baja temperatura para realizar esta tarea. La respuesta es que entendían que no era posible que se siguiera reivindicando el nombre de un genocida en la tierra de los exterminados. Recibí adicionalmente una lección de nuestra historia, dado que en pocos minutos amplié mis escasos conocimientos sobre la "Masacre de Napalpí" que produjo el brutal asesinato de centenares de aborígenes.
También aprendí que el Cacique Pedro Maidana era el líder de los que ante su reclamo de mejores pagas por la recolección de algodón fueron masacrados. El Cacique Maidana fue castrado a machetazos y junto a sus hijos, empalado.
Entendí que los argumentos eran muy fuertes y contundentes. Pregunté a los jóvenes dos cosas. Si lo hacían de madrugada por temor; y si no creían que hubiera sido mas conveniente seguir los procedimientos establecidos para el cambio de nombre de una calle, es decir presentarse ante las autoridades competentes con las argumentaciones y peticionar.
A la primera progunta respondieron con contundencia que no tenían ningún temor, por el contrario, entendían que estaban realizado un acto de memoria, justicia y reconocimiento del que se sentían orgullosos, pero que no querían que se personalizara en ellos este acto sino que quedara como una expresión surgida de una sociedad que crece.
Respecto de la segunda manifiestan que ya hubo por parte de alguna otra gente que no recuerdan, un intento de eliminar el nombre de Roca y reemplazarlo por el de "Che Guevara". Estos hicieron las presentaciones pertinentes sin éxito.
Entienden que a las autoridades poco les interesan estas cuestiones. La burocracia, no piensa, decían. La burocracia y las autoridades prefieren ocuparse de las cuestiones materiales. La memoria, la verdad y la justicia no entran en la consideración de quienes tienen otras urgencias e intereses. Por lo tanto nosotros lo hacemos, en la convicción de que la historia nos obliga.
Hasta aquí mi charla con ellos. Seguramente habrá quienes piensen que está bien o no lo que han hecho. A mí me remitieron a otros tiempos también jóvenes. Tiempos de compromiso. Tiempos de participación y lucha. Tiempos de cuestionar el quietismo y el silencio, como también hoy.
Verlos en una noche tan fría exponerse para lo que consideran un acto de justicia y reconocimiento frente a tanta juventud y tantos mayores entregados al alcohol, la droga y la satisfacción de intereses materiales me pareció de un alto valor.

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