Querido amigo:
Mucho lamenté ayer, no poder estar a tu lado, para transmitirte personalmente lo que siento ante el inicuo y escandaloso fallo de la Sala Penal del Supremo.
No hablo de condena, porque no es Baltasar Garzón el condenado, sino el sistema judicial español, que ha quedado en evidencia frente a la comunidad española e internacional, por su carácter faccioso y por su servidumbre a las minorías del privilegio, desnudando su condición de guardaespaldas de la negra memoria del franquismo.
¡Qué enorme distancia, entre tu dignidad de hombre ético y jurista probo, comprometido con los grandes valores de la Humanidad y estos pequeños hombrecillos togados cumpliendo ese triste papel de marionetas en el gran guiñol de los intereses creados!
Baltasar, has hecho un enorme servicio al Derecho y a la Justicia. Has dado tu última lección como Juez, de integridad moral y fidelidad a tu conciencia, con el aliento transmitido por aquellos que vieron posible con tu mano firme, romper el silencio a que fueron ellos también condenados a la negación de los derechos más elementales del ser humano. Habrás dejado de ser un magistrado, para comenzar la etapa más esplendorosa de tu magisterio. Allí por donde camines, en tus nuevos trasiegos y andaduras los hombres y mujeres de todo el mundo te señalarán diciendo: allí va un hombre justo.
Hace veinte años, cuando te conocí, aquella noche en que recibimos sendos premios a los Derechos Humanos otorgados por la entonces "Asociación de Derechos Humanos de Madrid" era muy difícil imaginar la enorme deuda de gratitud que alcanzarías en el corazón del pueblo argentino.
Hoy, levanto una simbólica copa para brindar, aunque todavía te queda un largo y venturoso futuro, porque ese amigo andaluz, del cual he aprendido tantas cosas nobles, ha entrado por la puerta grande de la Historia.
Con todo mi afecto
Eduardo Luis Duhalde
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