Pasaron cincuenta años de aquella memorable intervención de Ernesto Guevara en la Conferencia de Punta del Este en 1961. Resuena aún aquel “¡estos cerdos yankees!” con el que el revolucionario argentino, representando por entonces a Cuba, calificara la conducta norteamericana, Alianza para el Progreso mediante, respecto de los países del sur. Pero el alegato de Guevara iba mucho más allá de esa frase descriptiva; intentaba la defensa de la joven revolución cubana del violento hostigamiento norteamericano que usaba a la OEA como estado mayor colonial con la Junta Interamericana de Defensa como ejército de ocupación; también se constituía en un potente llamado a la unidad latinoamericana por la independencia y la defensa de la dignidad de sus pueblos frente a la explotación colonial.
Simultáneamente se realizó en Montevideo la Conferencia Popular Antiimperialista recordada como “Conferencia Paralela a la de Punta del Este”. En ese marco Guevara concurrió a la Universidad a ofrecer una conferencia a pedido de los estudiantes uruguayos. A la salida de éste evento, acompañado por Salvador Allende, un francotirador le disparaba buscando su muerte. La bala asesina dio en el cuerpo del profesor Arbelio Ramirez terminando con su vida. En ese clima de violencia imperial, el “Ché” viaja a Buenos Aires para entrevistarse secretamente con el entonces presidente Arturo Frondizi. Este encuentro de poco más de cuatro horas selló la suerte y destino del gobierno del presidente radical. Esta fue, es y será la relación y los métodos que el país del norte aplica al sur del rio Colorado para quienes considera sus súbditos.
Hoy, el imperio sigue con su espíritu colonizador. Obama arrecia con sus ataques contra Chavez por haber sido el organizador de la CELAC. En esa línea, sus esbirros escribas locales –La Nación- definen a esta Comunidad de Estados de Latinoamérica y el Caribe, como “otro proyecto aislacionista”. En la lógica de sumisión y postración, todo intento de organización regional nos aleja de Dios. Nos aísla de ese Dios que parado en la cima de la fenomenal cordillera de cadáveres que construyó con su campaña “por la paz” en distintos lugares del mundo, cuestiona al bolivariano “por amenazar los valores democráticos de la región”.
Pasaron cincuenta años de aquel grito contra la brutal dominación, la degradante sumisión, las infamantes traiciones. Pasaron cincuenta años para que en el mismo lugar, en Uruguay, Latinoamérica se encontrara para darle un nuevo y vital impulso al sueño de Perón, de Bolívar, de Guevara. Al sueño de una Latinoamérica de pié, de una patria grande construyendo independencia, desarrollo y libertad por sobre las diferencias. No solo acuerdos comerciales y arancelarios; la firme postura del presidente Uruguayo José Mujica de prohibir el acceso de buques con bandera de Malvinas a sus puertos sustentada en la afirmación de que "Si somos consistentes con nuestro posicionamiento político, que las Malvinas constituyen un último enclave colonial europeo en América Latina, tenemos que tener una posición respecto a barcos que vienen con esa bandera"; más la similar decisión de los doce países que integran la UNASUR demuestran que la integración regional avanza en un escenario que se ha modificado ofreciendo un paso importante hacia la ansiada soberanía. Soberanía solo posible en un marco de unidad y fraternidad latinoamericana que habrá que sostener frente al voraz gendarme que en nombre de la paz, la libertad, la justicia y la democracia, ha asesinado en estos mismos cincuenta años millones de ciudadanos que jamás esperaron y menos merecieron esa “ayuda humanitaria” que termino con sus vidas y sus países. Todo para alimentar las usinas que iluminan su primer mundo.
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