ESTADO, MODELO DE
DESARROLLO, COMMODITIES Y FUTURO.
Primera Parte
Un Modelo de Desarrollo inclusivo sustentable y sostenible, es el cimiento
sobre el que se construirá una comunidad organizada con futuro. Y es mucho más
que monocultivo o diversificación.
Ante la renuncia del Ministro de Producción Enrique Orban, su reemplazo no
tendría que ser solo un trámite, menos agotarse en la búsqueda de obedientes o
simpatizantes. El perfil del nuevo ministro debe estar dado por el Modelo de
Desarrollo que aspiremos los chaqueños para nuestra provincia con la mirada
puesta en el presente, pero también analizando el pasado y pensando en las
futuras generaciones.
El ministro, como los técnicos y expertos, pueden sin dudas establecer qué
se necesita para evitar una crisis, diagnosticar determinados resultados, o
programar objetivos y metas, pero no hay que perder de vista que establecer el
equilibrio necesario entre la producción, el desarrollo y la vida, no es un
problema científico o tecnológico, sino eminentemente político y social.
Entonces el debate y la determinación de las políticas debe darse con un
profundo análisis histórico, con posición ética e ideológica, con objetivos de
corto, mediano y largo plazo. Y siempre con el más profundo sentido humanista y
colectivo.
El ministro saliente, expresó claramente en el sector primario, el modelo de
la concentración y el monocultivo. Nunca se debatió este rumbo, tampoco nadie
lo definió taxativamente como modelo a seguir. Pero la práctica, que es la gran
prueba, lo evidenció con contundencia. El manejo y direccionamiento de los
recursos entre mil grandes productores y veinte mil pequeños, es una muestra
inocultable de apuesta a aquellos pocos, pero que “mueven las agujas de la
economía” como se dijera por lo bajo en las entrañas de este ministerio a
diario. Expresión clara y contundente de cortoplacismo y búsqueda de renta
inmediata sin planificación estratégica. Muestra de la necesidad de acumulación
ya y a cualquier costo. Muestra que en el centro de la escena no está el hombre
sino la renta. Por eso fracasó el intento de modificar la ley de tierras para
quitarlas del mercado inmobiliario y evitar la altísima concentración creciente,
excluyente y expulsiva; por lo mismo costó tanto la Ley de Consorcios de
Servicios Rurales a la que hasta hoy, a casi cuatro años jamás se le puso
plenamente en marcha con el único objeto de seguir controlando y retaceando
recursos a los más de quince mil agricultores familiares, más allá de algunas
entregas de maquinarias que impresionarían como la expresión de grandes
apuestas al sector; también por eso la Dirección de Bosques no es un organismo
de un estado presente velando por la utilización del recurso y su preservación
a perpetuidad como manda la Constitución y las Leyes, sino una dependencia al
servicio de un grupo de esos mil que mueven las agujas de la economía y que
depredan y desmontan con la complicidad, la complacencia y el asesoramiento de
ese organismo de cómo burlar con impunidad todas las normas.
Pero esto viene de lejos. La antigua división internacional del trabajo se
daba naturalmente por las distintas potencialidades productivas/industriales y
por rasgos culturales de los pueblos. Hasta que la conquista de América trajo consigo que
Europa asignara a sus colonias, aquí y también en otros destinos del mundo, el
rol de productores de materias primas.
Así se produjo el brutal sangrado de recursos, esfuerzos y futuro de estos
pueblos, tan bien relatado por Eduardo Galeano en Las Venas Abiertas de América
Latina.
Pero como según el dicho –errado- no hay mal de dure cien años, éste que
duró trescientos, a mediados del siglo XIX y durante el siglo XX se fue
extinguiendo. Y este rol que cumplían los estados, se fue transfiriendo a las
empresas multinacionales que gradualmente fueron pasando a controlar el 70/80
por ciento de la producción mundial. Comenzando así una nueva era de otro mal
que viene durando ya más de cien años.
Es así que la división mundial del trabajo está hoy en manos de un puñado
de empresas enormes que como gigantescas arañas con infinidad de patas, las
tienen apoyadas pisando países, bienes, recursos y seres humanos a lo largo y
ancho de todo el planeta. Dominan estados, cadenas monopólicas de medios de
comunicación, ponen y sacan presidentes, jueces, tejen alianzas con iglesias y burguesías
locales entreguistas.
Éstos, impusieron a las materias primas el nombre de commodities que no son en términos generales otra cosa que recursos
naturales que se negocian internacionalmente sin valor agregado, como por
ejemplo petróleo, minerales, metales, o agrícola ganaderos como soja, trigo,
carnes. Esa entelequia llamada “mercado mundial” que tampoco es otra cosa que
la gran araña, fija el precio mundial de estos productos, los que como es de
imaginar son de bajo costo.
La producción por sobreexplotación de todos ellos, genera un fuerte impacto
negativo sobre los recursos naturales no renovables, así como otros impactos
económicos y ecológicos adicionales y gravísimos. Son sistemas, en especial los
agrícola ganaderos, que se basan en la utilización de insumos de alto costo y
origen externo –generalmente producidos por las multinacionales araña- como
fertilizantes, plaguicidas y semillas genéticamente modificadas pasando los
productores de commodities a ser rehenes de este grupo de empresas que regulan
los valores de insumos y precios de productos a sus apetencias económicas. En
una primera etapa, el incremento en la producción actúa como carnada, luego, y
dada la merma en el rendimiento por la degradación de los suelos y el menor
impacto de los insumos, demanda mayor cantidad de ellos a favor de los dueños
de estos paquetes tecnológicos de la dependencia determinados por la nueva
división internacional del trabajo por ellos diseñada.
Además, mientras en los productos manufacturados, reservados para otros en
el diseño de división internacional, se incorporan al precio de mercado
variables como salarios y accidentes de trabajo entre otros, la gran trampa de
este mercado de commodities radica en la no incorporación en los costos de
producción de estos pasivos sociales, biológicos y ecológicos de altísimo
impacto actual y futuro relacionados. La recuperación del pasivo ambiental
sobre el recurso suelo es de tal magnitud que debe medirse en décadas o
centurias, y el social con gravísimos problemas para la salud son las
principales razones de la “generosidad” absolutamente falsa del precio. Creemos
que U$S 600 por tonelada de soja por ejemplo es importante, cuando en realidad
a futuro es absolutamente nada. Esto, si fuésemos conscientes que con cada
grano entregamos, suelo y vida y nos quedamos con desierto, deformaciones y
muerte. Sin tener en cuanta cuanto de ese dinero devolveremos de inmediato en
insumos para volver a cerrar otro circulo vicioso, año tras año, hasta que nos
quedemos sin suelo y sin vida.
Esta desigualdad entre la ponderación económica de los productos primarios
en relación con los industriales y que genera transferencia de recursos de unos
países a otros no es casual, dado que aquellos provienen de países periféricos
como el nuestro mientras los industriales están en manos de los grandes grupos
económicos que en estos tiempos gobiernan globalmente.
Ahora bien. La inclusión del pasivo ambiental en el precio de los
commodities, ¿es la solución? De ninguna manera. La producción de estos
productos potencia problemas globales: afectación de la capa de ozono,
calentamiento global, aceleración de ciclos biogeoquímicos, y erosión y
desertificación de suelos productivos. La estrategia es de dominación hacia los
países pobres, los que serán en el futuro acusados de falta de responsabilidad
en el cuidado de sus recursos. Lo que traerá nuevas formas de “patrimonios de
la humanidad” con los que se echará mano a esos recursos cuya recuperación se
hará con el mismo sistema utilizado en Afganistan para reconstruirla después de
la brutal destrucción: con la apropiación de los recursos remanentes para su
disfrute por las “sociedades responsables” que saben cómo cuidar lo suyo.
Entonces no todo es solo precio, volumen, rentabilidad o divisas.
Es mucho más profundo, serio y amplio.
Analicémoslo con responsabilidad, sin fundamentalismos ni simplificaciones.
Sigue…
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