No puedo decir que causó sorpresa la nota plagada de malicia, mala fe y espíritu destructivo que difundiera quién dice llamarse Dusan Madzarevich en la que afirma que los montenegrinos estamos preocupados por una supuesta ocupación serbia de la Iglesia Ortodoxa de Machagai.
Niego categóricamente que este personaje, falaz, que usa la insidia con fines separatistas absurdos y destructivos, me represente, ni represente a la inmensa mayoría de los montenegrinos que convivimos en armonía, sincero afecto y férrea hermandad desde la cuna con todos nuestros hermanos de los pueblos balcánicos del sur y que fueran parte de la República de Yugoslavia, incluidos por supuesto los serbios.
Este miserable intento de generar la discordia entre nosotros no tiene perdón ni disculpas, habida cuenta que proviene de quién nada, absolutamente nada tiene que ver con nosotros. Ni por conducta, ni por historia, ni por conocimiento.
Nada tiene que ver con nosotros porque no vivió el clima de convivencia y concordia que nuestros padres, provenientes de distintos orígenes, generaron y grabaron a fuego en la mayoría de nuestros corazones.
Mucho menos cuando se trata de un arribista de dudosa moral que apareció en el Chaco en los momentos de la mayor crisis que provocaron las guerras entre hermanos el la tierra de nuestros padres.
Y no causó sorpresa, porque el autor de este atentado a la convivencia apareció proveniente de una tierra donde el capital ni la riqueza pasaban por momentos luminosos, inexplicablemente con gran cantidad de dinero realizando importantes inversiones inmobiliarias y comerciales sin que tenga ni explicación ni sustento lícito el origen ni el ingreso de esos fondos a nuestro país.
Intentos además fracasados como suele ser el destino de quienes sin apego al trabajo manejan dinero fácil y mal habido.
Los montenegrinos nativos que poblaron estas tierras, nuestros ancestros, sienten los aún vivos, y sentirían sin dudas por su entereza moral e historia personal los que ya no están, vergüenza ajena por la actitud temeraria, abyecta y canallesca de quien usando el cinismo he imbuido de los intereses espurios de quienes hacen del conflicto una forma de vida pretende construir una realidad oprobiosa que nada tiene que ver con la sana convivencia en la que se desarrollan nuestras vidas en esta tierra.
Ofende nuestra personalidad y la historia de nuestros laboriosos y honrados padres y abuelos que hoy cualquier farsante como éste pretenda arrogarse representación que no tiene ni merece, y que le sería negada por quienes manejamos valores y principios que nos permiten convivir en armonía, respeto y cariño con todos y nos impiden acciones disociadoras como la de este sujeto.
No permitimos que oportunistas viles y perversos pretendan distanciarnos de nuestros históricos afectos para crear parcialidades que les permitan algún miserable usufructo.
Nada de lo que vomita quien deshonra con su actitud a los montenegrinos, tiene que ver con nuestra realidad, ni en cuanto a la Iglesia Ortodoxa de Machagai, de la que no fue desplazado ningún cura montenegrino, sino que la Iglesia Ortodoxa que la creó envio un sacerdote, nacido en las inmediaciones de Ostrog, uno de los mayores templos de Montenegro, para que asista a los fieles en sus necesidades religiosas.
Ningún apóstata, mercader de la fe, de esos que pululan lucrando y mezclando estado con iglesia es digno de atención ni merecedor de mayores consideraciones, mucho menos ser llamado cura.
Ni con la Sociedad Yugoslava que cobija a los hijos de todos los que le dieran vida hace mas de cincuenta años, sin exclusiones ni divisiones y en la que seguimos estando todos los que con memoria, con libertad y con inteligencia mantenemos la unidad más allá de estos viles intentos por traer entre nosotros el desencuentro y la discordia que tanta sangre volcaron de nuestros hermanos del otro lado del mundo.
Lamento tener que responder en estos términos, pero en modo alguno puedo silenciarme ante tamaña infamia y falta de respeto a los montenegrinos de bien que habitamos este bendito suelo pretendiendo enfrentarnos y dando por sentados enfrentamientos que no existen con nuestros hermanos serbios o de cualquier otro origen de los pueblos yugoslavos.
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