Las certezas que acompañaron a nuestra generación de peronistas -como negarlo- se nutrió de la memoria histórica, en donde el revolucionario del Parque, o el comisario de Balvanera o las luchas de Rogelio Lamazón, eran la épica de un pasado que nos pertenecía.
Viejos memoriosos que después emigraron al peronismo, para sumarse en octubre al subsuelo de la patria sublevada. Los radicales chaqueños que se quedaron, sostuvieron con más terquedad que suerte electoral, el principismo yrigoyenista. En las madrugadas del bar Olimpo de Anyelville, nos acercábamos a la mesa del “Colorado” Teiutelbaum, amigo de Moisés Levenson y Jauretche donde contaba la angustia suicida de Alem o el silencio empecinado de don Hipólito. Eran maestros. Por eso cuando las esquinas radiales se iluminaban con la palabra seductora de un “Bicho” León o la serenidad discursiva del doctor Freschi o la verba encendida de un “Chulo” Salom, parábamos la oreja en las sombras cercanas. El ideario yrigoyenista estaba allí. No saludaban con sombrero prestado. Confrontaban con los ritos y mitos nuestros. Gorilas a su manera, no se travestían con banderas robadas. Pero ellos -como Gallardo y Bittel- querían una sociedad más justa y solidaria. Porque ellos mismos lo fueron. Muchos tenemos un recuerdo agradecido para la mano siempre tendida de un “Chulo” Salom. No se borra en la memoria la farmacia sin cargo de chacho Waisman, o el testimonio de amistad de un Colorado Flores o la silenciosa y anónima militancia de un Julio Sánchez.
JUAN MANUEL “Carancho” RAMÍREZ
Resistencia
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