martes, 10 de julio de 2007

Las esquinas vacías

Las certezas que acompañaron a nuestra generación de peronistas -como negarlo- se nutrió de la memoria histórica, en donde el revolucionario del Parque, o el comisario de Balvanera o las luchas de Rogelio Lamazón, eran la épica de un pasado que nos pertenecía.

Viejos memoriosos que después emigraron al peronismo, para sumarse en octubre al subsuelo de la patria sublevada. Los radicales chaqueños que se quedaron, sostuvieron con más terquedad que suerte electoral, el principismo yrigoyenista. En las madrugadas del bar Olimpo de Anyelville, nos acercábamos a la mesa del “Colorado” Teiutelbaum, amigo de Moisés Levenson y Jauretche donde contaba la angustia suicida de Alem o el silencio empecinado de don Hipólito. Eran maestros. Por eso cuando las esquinas radiales se iluminaban con la palabra seductora de un “Bicho” León o la serenidad discursiva del doctor Freschi o la verba encendida de un “Chulo” Salom, parábamos la oreja en las sombras cercanas. El ideario yrigoyenista estaba allí. No saludaban con sombrero prestado. Confrontaban con los ritos y mitos nuestros. Gorilas a su manera, no se travestían con banderas robadas. Pero ellos -como Gallardo y Bittel- querían una sociedad más justa y solidaria. Porque ellos mismos lo fueron. Muchos tenemos un recuerdo agradecido para la mano siempre tendida de un “Chulo” Salom. No se borra en la memoria la farmacia sin cargo de chacho Waisman, o el testimonio de amistad de un Colorado Flores o la silenciosa y anónima militancia de un Julio Sánchez.

Los que tuvimos la suerte de confrontarlos políticamente, aprendimos de ellos mismos que, una mentira puede decirse pero no demostrarse. Hoy descansan en el palacio del usado. Viven su exilio casero, porque la Alianza fumigó el galpón radical, donde convergieron la cría del proceso, agentes inmobiliarios de la tierra pública, donde se acobacharon consultores de la patria constructora, agentes de Bolsa que hicieron bolsa a la gente. Publicistas y movileros que acampan en las ventanillas de pago, vendiendo su capacidad y algunos hasta su pasado.
El exilio de estos radicales, debe ser doloroso, cuando ven que en su nombre se tercerizan las empresas del Estado, se privatiza el erario público y se socializa la pobreza. Por eso las esquinas del Angel Caro están vacías y sólo la rellenan con los Aipos acarreados pro zorros grises y las alfombras de palabras, sólo apuntan a engordar sus toros, sus cuentas bancarias y su ambición de poder.
En septiembre, los exiliados del radicalismo castigarán el uso indebido de un ideal que no nació para taparrabos de una minoría que convergió con el manto del progresismo y devino en un sistema de complicidades, de espalda a los dolores sociales del pueblo chaqueño.

JUAN MANUEL “Carancho” RAMÍREZ
Resistencia

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