EXTRAÑAS REACCIONES FRENTE AL ÉXITO...
En la apertura de su último período de sesiones legislativas, tanto Macri como Vidal tuvieron reacciones de enojo, violencia e intolerancia que no compatibilizan con el anuncio del país de las maravillas que describían.
Mientras la oposición sonreía y por momentos reía porque la parodia era desopilante, el oficialismo tenía reacciones sumamente extrañas y discordantes. Enojados muchos, serios y preocupados otros, somnolientos y aburridos terceros, daban una imagen de quienes se preguntan ¿que estamos haciendo aquí?
Y claramente contrastaba la expresión corporal del oficialismo, con la de la oposición, perocupada, pero distendida, haciendo consideraciones entre carcajada y carcajada que provocaba cada desatino que deshilachaban estos horadadores de la argentina.
Es que la cuota de dramatismo que impone la recurrente mentira del elenco gobernante respecto de la marcha, no solo de la economía, que es un verdadero desastre, difícil de encontrar en otro país, sino sobre el respeto a la institucionalidad. Sobre la división de poderes. Sobre la calidad de vida que los argentinos están perdiendo aceleradamente todos los días.
Resulta difícil contener las emociones cuando no se sabe si quienes hacen tamaña exposición de desatinos, hablan desde la alienación, o la desesperación por tratar de imponer una realidad absolutamente inexistente, con el desatinado sentido de hacernos creer que "ellos" también somos "nosotros" y que a nosotros también nos va de maravillas.
Es que la cuota de dramatismo que impone la recurrente mentira del elenco gobernante respecto de la marcha, no solo de la economía, que es un verdadero desastre, difícil de encontrar en otro país, sino sobre el respeto a la institucionalidad. Sobre la división de poderes. Sobre la calidad de vida que los argentinos están perdiendo aceleradamente todos los días.
Resulta difícil contener las emociones cuando no se sabe si quienes hacen tamaña exposición de desatinos, hablan desde la alienación, o la desesperación por tratar de imponer una realidad absolutamente inexistente, con el desatinado sentido de hacernos creer que "ellos" también somos "nosotros" y que a nosotros también nos va de maravillas.
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