TODOS EN LOW COST
Diálogo real, dado en un avión; Pasajero:
Señorita, hace frío, ¿podría alcanzarme una manta? Azafata: No señora, disculpe,
pero para la clase económica no tenemos mantas.
El discurso dice “un gobierno
para todos”, “juntos podemos”, pero las mantas solo se facilitan a los doce
pasajeros de primera clase. Los ciento veinte restantes deben arreglárselas
como puedan. Con la comida –si así puede llamarse a lo que entregan- pasa lo
mismo. Los doce de primera reciben una bandeja algo más grande. Para que los
ciento veinte restantes no se ahoguen en saliva, antes de servir los manjares a
los de primera, las azafatas corren piadosamente una cortina que separa a ese
sector de la plebe, evitando así a éstos la humillación de verse discriminados.
Esto simboliza perfectamente lo
que nos pasa a los argentinos a partir del “cambio”. Estamos todos en un gran
avión. Mejor dicho, los argentinos en tiempos neoliberales estamos casi todos,
las 24 horas en Low Cost. Esto es, un 10% en primera, y el 90 restante pedaleando
el país, desarrapados, desocupados, despreciados, con frio, con calor, empezando
a comer salteado y escuchando nos digan, hasta convencernos, que era una
ilusión ser más iguales.
Las distintas marchas de marzo lo
certifican. Entre trescientas y cuatrocientas mil personas participaron de las
de los argentinos de clase económica, mientras la de los de primera se nutrió
de unos veinticinco a treinta mil.
Claro que a nadie debieran
quedarle dudas que no habría avión que vuele ni país que funcione sin ese 90%
que no merece ni una manta. Sin ellos, la minoría de privilegio no existiría.
Pero es evidente que falta mucho. Falta mucho para que ese 90% comprenda su
propio valor. Para que tome conciencia que merece más que ser el combustible
que está allí para que los doce de primera puedan ser sus amos, sus dueños, sus
capangas, viviendo como viven gracias a que para ellos no hay ni una manta.
Termino aquí porque en este
minuto leo que el gobierno provincial echó al compañero Quintín Gomez, hasta
hoy Subsecretario de Participación Ciudadana. Y para dar una mayor lección de
autoritarismo ordenó disolver esa Subsecretaría. Estoy impresionado por como
nuestros compañeros se han mimetizado con la oligarquía más retrógrada, antiperonista
y antipopular que hayamos conocido. Se sumaron a decretar la muerte política de
Cristina hace meses, luego intentaron reflotar la derecha peronista en lo que
dieron en llamar el “nuevo peronismo”. Se comieron todo el discurso y la
campaña neoliberal que la argentina se derechizó y se sintieron como peces en
el agua. Ciegos y desesperados por su propia falta de convicción de militar el
campo popular, ahora pierden los estribos porque vislumbran que no hay nuevo
peronismo ni muerte de Cristina, y quizás alguno más despabilado les avisa que
esta construcción de instalación de la mentira como verdad ya saturó la
tolerancia popular, y que lo que viene es lo que siempre vino después del
tsunami derechoso destructor de la argentina: un pueblo que vuelve al modelo de
país que le dio en el pasado derechos, bienestar, calidad de vida y respeto
como personas.
Los compañeros del gobierno
provincial actúan como si fuesen los doce de primera. No lo son, solo se los
hacen creer para que ayuden a quitarle la manta a los ciento veinte. Por eso
echan a Quintín, porque Quintín se cruzó en la pista reclamando las mantas.
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