LA AGRICULTURA
FAMILIAR, ¿TIENE ALGO QUE DECIR FRENTE A LA SEGUNDA VUELTA?
Claramente el 22 de noviembre se
define la continuidad con cambios del país que tenemos, o el cambio a otro
modelo de país. Este otro modelo que asoma con posibilidades es claramente
contrapuesto con el vigente. Expresa los intereses del poder económico
concentrado que se opone a las políticas sociales impuestas desde 2003. Pregona
la plena vigencia del mercado sin interferencias del estado.
Para nadie, pero mucho menos para la
Agricultura Familiar es sostenible aquella expresión de descompromiso que dice
"son todos iguales".
En política nunca, y mucho menos
cuando se trata de parcialidades cuyo origen y perfil ideológico están en las
antípodas, se puede simplificar de tal modo.
Objetivamente y a la luz del proceso
histórico argentino se puede afirmar que el destino de los argentinos, su
bienestar, el futuro de sus hijos y el crecimiento del país estuvieron marcados
por los vivenes entre gobiernos conservadores y populares. Desde Irigoyen,
pasando por Perón, Frondizi, Arturo Illia, Raúl Alfonsín, Néstos Kirchner y
Cristina Fernandez, hubo salvo entre los dos últimos, entre todos los demás
alternancia neoliberal. En absolutamente todos los casos salvo el menemismo han
sido dictaduras de corte violento. Y en todos los casos, incluido el menemismo
han respondido a mandos extranjeros. Ello implicó el esfuerzo del pueblo
argentino al servicio de los intereses de otras potencias y el consiguiente
deterioro del país y empobrecimiento de su pueblo.
Esto indica que los argentinos no
podemos ser neutrales cuando se trata de decidir quién va a conducir nuestro
destino. No son todos iguales y nosotros debemos asumir el compromiso de verlo.
La Agricultura Familiar viene
batallando contra todo, incluida su propia falta de organización desde décadas.
Esa larga lucha se fue jalonando con algunas conquistas en los últimos años. La
Ley 27118 de REPARACIÓN HISTÓRICA DE LA AGRICULTURA FAMILIAR PARA LA
CONSTRUCCIÓN DE UNA NUEVA RURALIDAD EN LA ARGENTINA sancionada en diciembre de
2014 y promulgada inmediatamente en enero de 2015 marca un hito histórico
largamente soñado.
Hoy es un sector productivo que se
hizo visible y que plantea políticas de desarrollo y crecimiento horizontal con
el hombre en el centro de la escena. Este planteo es posible únicamente ante un gobierno que apuesta al desarrollo y a la industria nacional en cada una de sus regiones, y no
entrega todo a ese libre mercado que solo privilegiará su ganancia sin tener en
cuenta el rol social clave para el desarrollo colectivo.
Si esto se pretende, y además se
apuesta a una red nacional de producción, procesamiento, transformación de
alimentos en origen, y su distribución con base en la Agricultura Familiar, la
economía del país y de cada argentino da un vuelco virtuoso extraordinario como
para que podamos empezar a pensar en un país exportador de productos con valor
agregado. Solo así dejaremos atrás esta vieja argentina, agroexportadora de
commodities, y concentrada en el puerto, que nos mantuvo por décadas en el
atraso para que seamos obreros de bajo costo y menor consumo para alimentar al
primer mundo.
¿Será esto posible gane quién gane?
No. Si la mayoría decide volver al
neoliberalismo de la dictadura y los 90, pero recargado con la voracidad buirte
que acecha con desenfreno para hacerse de los recursos nacionales que hoy van a
los bolsillos de los argentinos en los mejores salarios de América Latina, en
Jubilaciones, en políticas de contención social y consumo que dinamizan la industria
y el comercio internos, es imposible soñar crecimiento y desarrollo del sector
primario.
No es lo mismo. El libre mercado que
pregona el modelo de los monopolios que postula a Macri implica probadamente la
desaparición de millones de puestos de trabajo a manos de la inundación de
importaciones de bajo precio y peor factura, además de producto de trabajo
esclavo en otros lugares del mundo. Garantiza además la interrupción de todo desarrollo
tecnológico nacional para ser entregados a manos privadas tal como ocurrió en
las tristes etapas pasadas.
No es necesario hacer futurismo. Ya
ganó el modelo neoliberal la gobernación de la Provincia de Buenos Aires, y un
mes y medio antes de asumir, la gobernadora electa María Eugenia Vidal anticipó
la designación de Leonardo Sarquis en el área de Agricultura. Claramente es la
entrega del ministerio a la multinacional monopólica Monsanto, ya que el futuro
ministro es un hombre formado en la cantera ideológica de los padres del Agente
Naranja, aquel primer veneno con que regaran parte del mundo.
¿Que rol tendrá la Agricultura Familiar en un hipotético gobierno
liberal?
Sin lugar a dudas, el de la
resistencia. El duro rol de ponerle el pecho a la expulsión, al incremento de
la presión sobre los recursos naturales, a sobrevivir con la producción de
autoconsumo que sobreviva a las fumigaciones, y a la lucha cuerpo a cuerpo
contra la represión frente a esa resistencia.
No habrá diálogo posible en la
inexistente mesa del mercado entre las liebres que simbolizan a los productores
pobres frente a los voraces leones de la agricultura industrial que representa
Monsanto y sus primos.
¿Está todo definido?
De ninguna manera. Estas razones y
muchas más para los agricultores familiares, y una mayor cantidad tienen los
jubilados, las amas de casa, las madres, los estudiantes, los trabajadores, los
científicos, los actores, los docentes, en fin, la mayoría de los argentinos
como para no arrojarse al precipicio. Por eso seguramente el modelo de un nuevo
saqueo neoliberal a la argentina deberá esperar otro tiempo. Todo indica que
las mayorías pueden mandar mensajes, pero a la hora de jugar el futuro votarán
en defensa propia.
¿Y después?
Seguramente a partir del 22 de noviembre
si estaremos todos obligados a revisar las razones por las que llegamos al filo
del acantilado y a punto de suicidarnos. Estamos obligados a una lectura
puntillosa del mensaje de las urnas. Porque claramente no son méritos de la
mediocre dirigencia opositora que está mayormente integrada por mandatarios del
poder y claudicantes de partidos históricos como la UCR que han entregado sus
frágiles dignidades frente a su propia ineptitud para gobernar y se han
ofrecido como serviles de la antipatria, quienes han concitado la admiración,
interés y esperanza de muchos argentinos. Han sido nuestros errores, nuestras
deudas las que motivaron esta advertencia legítima. Si somos capaces de hacerlo
el futuro de la patria se agiganta mucho más allá de otros cuatro años. Pero si
otra vez nos dejamos llevar por el truinfalismo, es posible que estemos
desperdiciando la última oportunidad. También esto depende de nosotros, de
todos, no solo de la dirigencia que no pocas veces prefiere hacer la del
avestrúz.
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