martes, 21 de julio de 2015

EL ELOGIO DE MIRTHA

La opinión de las personas sobre el contexto ideológico que impregna los distintos gobiernos está generalmente vinculada al tipo de suelo que forjó su conciencia social. Y es esa conciencia la que dispara los juicios y sentencias respecto de las personas que impulsan las distintas políticas en cada tiempo.

La dictadura por ejemplo, fue el brazo militar ejecutor de un sector ideológicamente identificado con el neoliberalismo y el imperialismo, que tiñó con color sangre aquel tiempo argentino. Videla y los suyos asesinaban abriendo el camino para que los Martinez de Hoz, los Aleman, los Alzogaray, y los Cavallo, entre otros, aplicaran las recetas que le permitieran a las minorías locales y a los imperios cargar las calderas que iluminan su primer mundo con el carbón en que convertían a las mayorías condenadas a la miseria. 

Las recetas económicas impuestas a sangre y fuego en ese tiempo dispararon la deuda externa de 7800 a 45100 millones. Esto es un 465%. ¿Los argentinos mejor? No. Desaparecieron 30 mil, aumentó la desocupación, se dinamitó la industria nacional, creció la miseria, se disparó la mortalidad infantil, y Ezeiza se convirtió en la mejor opción para miles de científicos y profesionales.

Mientras esto ocurría, un sector se rompía las palmas de sus manos aplaudiendo. Entre ellos Magnetto y la señora Legrand. Para ellos Massera era un gran político, Videla un señor general que ponía las cosas en su lugar, Neustadt y Grondona dos periodistas pura verdad al servicio de la patria, las Madres de Plaza de Mayo unas viejas locas que no supieron educar a sus hijos, y lo que se decía de la dictadura, una gran campaña antiargentina.

Luego llegó la democracia con Raúl Alfonsín como presidente de la mano del otro partido en aquel momento claramente identificado con el campo popular en la argentina. Magnetto y la señora Legrand enfriaron las palmas y cerraron los puños. Alfonsín trataba de resistir las órdenes del poder y hasta le pedía públicamente a Clarín que le permita terminar su gobierno. A partir del inicio del Juicio a las Juntas, esa posibilidad se alejó, y todo tipo de presiones y golpes de mercado desataron una gran hiperinflación para horadar la gobernabilidad debilitándose así en extremo el gobierno popular.

De la mano de Carlos Menem volvió, esta vez con los votos, el neoliberalismo para recuperar el gobierno. Menem ganó con el 47%, pero el plan económico lo puso Alvaro Alsogaray que sacó el 6% de los votos. Así se consumó la traición confesa al pueblo argentino, pero especialmente al peronista, que sintetiza la frase "...si hubiese dicho lo que pensaba hacer, no me votaba nadie..." pronunciada por Carlos Menem. La deuda externa trepó de 62 a 146 mil millones, esto es uno 123%. Comenzó el festival de privatizaciones con la enajenación del patrimonio nacional en las más viles condiciones. Esto elevó hasta el éxtasis la admiración al traidor. Neustadt y Grondona disfrutaban de sus entrevistas al propio Menem, con Cavallo, Macri, Melconian, Broda y tantos otros gurúes que celebraban el saqueo y hasta las "relaciones carnales", con nosotros en cuatro patas por supuesto. Para la señora Legrand, Carlos Menem pasó de semi simio a un gran seductor, sin cirugía, solo por esa belleza interior que expresaba su política tan cercana a los dictados de la conciencia social de la diva, lo que en cada entrevista la llevaba a inocultables disfrutes multiorgasmicos.

De la Rúa en un paso de dos años tan fugaces como devastadores terminó de destruir lo poco que quedaba en pie. En ese rato llevó la deuda de 146 a 180 mil millones, de la mano de Cavallo. No preocuparon mucho a Magnetto y Legrand los 39 muertos que en 2001 se cargaron el megacanje y el blindaje tan celebrado por ellos y los beneficiaros de estas megaestafas.

Y llegó Néstor Kirchner. A Carlos Menem, que había sacado más votos en la primera vuelta, le ordenaron, sabedores de una segura derrota, no darle la oportunidad de fortalecerse en una segunda vuelta, para que con ese magro 22% sea un presidente masita devorable en un bocadillo.

Entre otros, Legrand profetizaba que Néstor sería el Chirolita de Duhalde. Lo decía con cierta expectativa, no sea que el zurdaje se haga del gobierno. 

Pero no ocurrió, Kirchner al asumir en su discurso dijo: "Formo parte de una generación diezmada, castigada con dolorosas ausencias; me sumé a las luchas políticas creyendo en valores y convicciones a las que no pienso dejar en la puerta de entrada de la Casa Rosada." Y cumplió. Luego Cristina por dos períodos, y así la argentina pasó de aquel escenario de saqueos por comida, por falta de trabajo y contención social, a esta argentina con la mayor cobertura social y salario promedio de Latinoamérica, con el 100% de mayores jubilados, con más de mil científicos repatriados, con empresas públicas emblemáticas recuperadas, con los fondos de los jubilados al servicio del pueblo y no de cinco bancos, con industrias, con siete millones de puestos de trabajo nuevos, con leyes de tercera generación como la de medios y de matrimonio igualitario, con reducción de la deuda externa, con batalla a los buitres que es modelo de dignidad nacional en el mundo, con satélites en el espacio como solo ocho países en el mundo.

Todo esto pone en claro que si la señora Legrand admiraba como demócratas a Videla, Massera y Camps, y un genio seductor a Menem, es un gran elogio para Cristina Fernandez de Kirchner que a ella la considere autoritaria, caprichosa y dictadora. Es coherente con la ideología, la historia y la conciencia social que le dio pertenencia al más rancio y recalcitrante gorilaje argentino a la añeja diva de los almuerzos paquetes.

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