lunes, 30 de julio de 2012

NO ES LA LEY DE BIOCIDAS, ES EL MODELO DE DESARROLLO
Un ejemplo que debe siempre ser recordado cuando de intereses se trata, es el de Juan Carlos Pugliese cuando, siendo ministro de economía, en medio de una profunda crisis en 1989, el presidente Alfonsín le pidió les hable a los banqueros con el corazón. Y así lo hizo, cándidamente.
La respuesta fue tan brutal que al día siguiente con pesar reconoció: “Les hablé con el corazón, y me contestaron con el bolsillo”


No hay ninguna posibilidad de hablarle a la aceitada y eficiente maquinaria rentística del dolor, de la salud, o de la vida. Su concepción y su razón son incompatibles con estos sentimientos humanos.
Es un error pensar que puede darse una Ley que ponga límites incompatibles con objetivos superiores, a los que debe servir. Es como tener establecido que debemos cubrir cien kilómetros en una hora, y pretender imponer como límite de velocidad máxima ochenta. Imposible.
Es por eso que la Ley de Biocidas no podrá nunca ir en contra de los objetivos del modelo productivo dominante.
A quienes hoy, paquetes tecnológicos mediante, disponen de millones de hectáreas para multiplicarlas en toneladas y volver a multiplicarlas en moneda, no se les puede pedir que se conmuevan con el dolor de la malformación o la muerte del hijo ajeno, o con el oscuro futuro de otros por suelos degradados y aguas contaminadas. Lo que interesa es la mayor productividad a cualquier costo, y el que quiera preservarse que se corra. Así de simple, y probadamente cierto.
En este marco nada se va a conseguir que no sea establecer parámetros que indefectiblemente serán violados. Y ésta modificación aprobada por la legislatura del Chaco lo tiene clarísimo. Por eso, para que la violación tenga un marco de cobertura pseudo legal se fija discrecionalidad en algún estamento para acortar distancias.
En consecuencia, todos los que creen que se puede empezar a construir por el techo se equivocan. Aquí lo primero que hay que discutir es el modelo de desarrollo, y en su marco, el o los modelos productivos y su posible coexistencia y convivencia.
Aceptando –lo que ya no es discutible- que el modelo de la transgenia trae consecuencias graves inmediatas y mediatas, en forma directa a la economía regional, a las personas, al suelo, al agua y en general al ambiente y la biodiversidad. Pero que, si bien su avance también genera concentración de la tierra y expulsión de pequeños productores, es hoy una fuente muy importante de ingreso de divisas que le permite al país la realización de significativas inversiones en todos los campos.
Y como la fijación de distancias tomando solo en consideración pueblos y escuelas deja fuera de cobertura a todos los pequeños productores, obreros rurales, hacheros y demás pobladores campesinos, que con sus familias son decenas de miles diseminados especialmente en las zonas productivas más pobladas, y que están expuestos la mayoría a fumigaciones aéreas por estar alejados de las zonas con restricciones, así la medida se respetase ciento por ciento, se hace necesario pensar otras soluciones.
Soluciones que en primer lugar deben reconocer que los objetivos del modelo transgénico no son posibles de lograr sin que se produzcan esos "...efectos no deseados y daños colaterales", expresiones usadas para explicar las mutilaciones y muertes inevitables en pos de objetivos superiores en las guerras “pacifistas” que emprende el imperio y en las que usa productos fabricados por las mismas multinacionales dueñas de los transgénicos y sus paquetes.
A partir de ello fijar zonas donde se priorizará la salud, la vida, el ambiente y el ecosistema, prohibiendo el cultivo de transgénicos, y zonas liberadas de éstas prioridades y entregadas a los objetivos productivistas extremos de las que los pobladores deberán emigrar en salvaguarda de su vida.
Soluciones extremas a problemas extremos.
O evaluación de sistemas productivos mas compatibles con la salud y el ambiente y que no hagan perder significativamente el nivel de ingresos de divisas. Sistemas posibles que solo la colonización transgénica hace que no se conciba producir de otro modo. Colonización que lleva por ejemplo al diputado Bergia a afirmar, como defendiendo a pequeños productores, que con este tema de las distancias, de cien hectáreas "no podrá producir en quince", como dejando claramente sentado que sin fumigar no hay actividad productiva posible. Lo que es total y absolutamente falso. No se podrá producir soja con el mismo nivel de rendimiento, quizás, pero sin dudas existe un sinnúmero de opciones desde pasturas hasta productos forestales que perfectamente pueden hacer rentables y productivas esas porciones.
Para terminar vuelvo a las primeras reflexiones: El debate debe darse -con mucha más honestidad intelectual que la que se está manejando- sobre el modelo de desarrollo. A partir de allí, los modelos productivos y luego las leyes que los regulen. Nunca al revés. Salvo que ya la opción por el modelo esté definida, en cuyo caso es necesario decirlo con todas las letras y tomar las medidas extremas que ello exige.

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