EL VOTO DEL PUERTO ES BIEN CONSCIENTE
Después del claro y amplio
triunfo de Macri en las PASO porteñas, se observa una marcada tendencia a simplificar
diciendo que la Ciudad de Buenos Aires vota sin conciencia. Afirmarlo sería
desconocer la raíz histórica de los rasgos culturales que impregnan a los
habitantes de la ciudad puerto.
Desde el fondo de nuestra
historia se dice que la argentina no termina en la General Paz, lo que no hace
más que confirmar que hay un país dentro de ese muro virtual, y otro más allá.
El puerto frente al interior, es la réplica local en miniatura pero con la misma matriz, del partido internacional entre imperialismo y nación. Y Buenos Aires es la cuna de la burguesía y la oligarquía que administra la ciudad puerto, cuyo corazón late fuera del cuerpo patrio, por lo que encarna al imperio localmente.
La argentina agroexportadora
“granero del mundo” no fue, y en las actuales condiciones no es, ni será
horizontal. Desde el llamado mayo patrio se comenzó a construir un plano
inclinado hacia el puerto. Cuando creíamos liberarnos, en realidad cambiamos de
amo. El imperio británico que en 1806 fracasó en su intento bélico, cuatro años
más tarde celebraba con salva de cañonazos desde sus barcos en el Río de la
Plata el triunfo diplomático, consolidando su dominio imperial, sellando el
perfil agroexportador de argentina, e importador de manufacturas inglesas
reemplazando y desmontando toda la incipiente industria nacional.
La vitoria del libre comercio,
para los ingleses, cubría de riquezas a la burguesía comercial portuaria que
explotaba la intermediación, las exportaciones y la provisión de importaciones
al resto del país. Así el nivel de despilfarro de la acomodada clase social del
privilegio por ser precursores del cipayismo explotó a todo lujo por lo que
pasó a sentirse más europea que argentina. Paralelamente se arruinaban las
industrias locales y languidecía el mercado interno, como contracara siamesa de
la sumisión. Por eso la argentina cada metro más lejos del puerto, menos cerca
de Dios. El sur y el norte postergados, proveedores de mano de obra y productos
primarios baratos contrastan con la opulencia de la meca, y también con el
centro, más cercano. El puerto bate cacerolas por el dólar con destino oculto e
ilegal en paraísos de corrupción especulativa, mientras el norte y el sur
reclaman que no los esquilmen con intereses usurarios para la compra de
insumos, y precios viles para sus productos.
Así se construyó el gran cono en
plano inclinado que converge hacia Puerto Madero. En el puerto más allá de la
administración del estado, la meca comercial, vacuna, terrateniente,
financiera, especulativa, bursátil, acumulativa, es la gran burbuja que
gobierna el comercio en nombre propio y de los imperios. Y para negociar con la
aristocracia global es necesario tener prosapia oligárquica que garantice concentración,
resplandores esclavistas, superioridad manifiesta en el nivel de vida, y
especialmente tolerancia infinita a la pérdida de sentido de nación.
Después de doscientos años de
ejercicio tenaz y persistente, reproducido de generación en generación, la
macrocefalia incorporó también al oprimido como reproductor fiel de la
mentalidad del opresor. Esa sociedad portuaria impregnó con su sello burgués oligárquico
a las universidades privadas que eyectan al mercado clones, y especialmente deforman
jóvenes estudiantes en periodistas con gran capacidad de desprecio a todo lo
que no tenga aroma a perfume francés, o talle de corte inglés.
Entonces, el voto del puerto es un
voto consciente. Es el voto que responde a la consolidación cultural de la
posición dominante de una clase que mantiene vivo el viejo espíritu colonial
hacia el resto del país. Y para eso hay que votar con conciencia de clase.
Por eso se vota a quién no pone
en riesgo ni el nivel de vida que hoy permite que las tres cuartas partes de
los estudiantes secundarios de la Capital concurran a escuelas privadas pagando
una cuota mensual superior al salario mínimo de un trabajador, por ejemplo. Por
eso vota el alto nivel de tolerancia a la trata sexual y laboral, al trabajo
esclavo que caracteriza gran parte de la actividad industrial, como sello
distintivo del poder burgués oligárquico. Por eso se vota el derecho a la evasión, a la especulación por sobre la producción, al dólar por sobre el peso. En definitiva se vota con plena conciencia por mantener los privilegios de ese pequeño gran país, dentro del otro que tiene el raro privilegio de trabajar duro para alimentar su opulencia y despilfarro.
Llevará mucho tiempo, y serán
necesarias decisiones políticas con alto contenido y sentido patrio para que el
corazón vuelva al cuerpo, y así la ciudad puerto a la nación. El traslado de la Capital al interior con
estrategias de desarrollo integral, integrado y con equidad, pondrán sin dudas
el primer mojón de una argentina más horizontal. La redistribución de la tierra
y su recupero como bien social y base del desarrollo agroindustrial en origen,
empoderarán a los hoy desplazados por el centralismo acumulativo de la élite
portuaria. La nacionalización de las exportaciones desmontará la brutal e
inequitativa apropiación de la burguesía oligárquica, y la devolverá a sus
legítimos destinatarios que son los miles de productores a lo largo de toda la
república.
Así la ciudad puerto será una
parte más de la argentina y la General Paz no será ni barrera ni muro que la aísle
del cuerpo nacional. Entonces, y con el paso de algunas generaciones se podrá
esperar que el voto del puerto siga siendo un voto consciente, pero con la
mirada puesta en la argentina, y no en los intereses de una clase con
mentalidad y añoranzas europeizantes como rasgo distintivo de un país colonial para
pocos.
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