Criticando a los que no somos -ni queremos ser- espontáneos a la hora de pensar un país, esta última congregación de antipolítica y antiperonismo visceral en Plaza de Mayo, y algunas ciudades del interior, hace gala de esa forma de combustionarse –espontáneamente- frente al rechazo que le produce, desde las fibras más íntimas de sus genes, todo lo que tenga que ver con la cercanía de contingentes de “cabecitas negras” a niveles de vida que les eran exclusivos.
Odian escuchar que la Asignación Universal por Hijo aumentó un 26%. “Con nuestra plata”, afirman.
Se encienden, espontáneamente, cada vez que algún canal de la “prensa libre” no pueda evitar informar medidas de gobierno como esta.
Se incendian al “no poder comprar dólares ni viajar a Miami” por esta “forma de hacer política dándole de comer a estos negros de mierda con nuestra plata”, y “espontáneamente” se congregan, para “democráticamente” pedir que “esta yegua puta, loca, chorra y montonera, se vaya”.
Una maravilla de demócratas, un portento de generosidad y solidaridad.
Y por allí todavía algunos dicen: ¡ojo!, hay que prestarles atención.
Se dicen apolíticos, y lo gritan a voz de cuello como si ello fuese un mérito. No tienen filiación ni partido porque no creen en la democracia, por eso llaman dictadura a un gobierno popular, al que en realidad aborrecen por opuesto.
Y se creen, por antipolíticos y antidemocráticos, independientes, mientras marchan con los grilletes de la esclavitud que sus mezquindades amarraron a sus cerebros convirtiéndolos en la expresión más rancia del privilegio intolerante que se enciende frente a la presencia de la igualdad.
Se integran con retazos y aspirantes de la oligarquía que gobernara por décadas para sí, más sectores burgueses, incluidos sin conciencia de clase, y por ello furibundos excluidores.
Se sienten transgénicos y celebrarían una fumigación masiva de toda esa maleza que se está alimentando “con nuestras” nutrientes.
Los enloquece el cepo al dólar tanto porque les exige demostrar el origen de plata negra, como porque implica la caída del cepo de millones de estómagos de “esta lacra de vagos que no tienen donde caerse muertos y lo único que hacen con lo que les regalan es emborracharse, drogarse y no querer fregar por la comida”.
No salgo de mi asombro cuando algunos compañeros, dicen que hay que prestar atención a sus demandas. Y aclaro que cuando dicen “hay que prestar atención a sus demandas” interpreto se lo dicen dándole a esta convocatoria la entidad de una expresión popular con contenido social y político propositivo.
Y no salgo de mi asombro porque en realidad esto ha sido un amontonamiento regresivo muy bien patentizado y patetizado por una señora, muy bien ella, que ante la requisitoria de un periodista sobre si era la primera vez que participaba de un hecho semejante, con inocultable orgullo respondiera: “¡No!, es la segunda vez, porque estuve en esta misma plaza en el 55, era chiquita pero vine con mi padre, ¡Cuando echamos a Perón!”. Resumió la señora así, con brutal sinceridad el espíritu profundo de un alto número de espontáneos allí presentes.
Y me pregunto ¿Que demandas? Que se vaya Cristina, o se muera; que nos vayamos a Cuba o Venezuela los que estamos de acuerdo con la mayoría de las políticas del gobierno; que haya más libertad de expresión; que se puedan comprar dólares sin explicar el origen de los fondos; que no sea reelecta la presidenta; que se termine la dictadura K.
Todo esto en un país que se caracteriza por elecciones limpias y transparentes, un país que dejó de mirar afuera y al que están regresando centenares de compatriotas que se tuvieron que ir cuando gobernaban los que satisfacían las demandas del cipayismo sepultando mayorías, un país en el que la prensa abruma con expresiones descalificantes, groseras, falsas e indignas hacia la figura presidencial sin ningún tipo de límites, un país que tiende a terminar con el privilegio de minorías que gobernaron sin jamás ganar una elección.
Ni siquiera se escuchan cuando blandiendo la Constitución, por el pánico que les produce la posibilidad de reelección, con un vómito de improperios exigen que Cristina se vaya ya, a poco de ser electa con el 54% de los votos el elecciones ejemplares. Patética expresión de hipocresía y deshonestidad.
Cristina se irá el 10 de diciembre de 2015, nunca antes, y si una mayoría decide modificar la Constitución y entre otras cosas hay consenso para que se incluya la posibilidad de reelección, será ella la que decidirá serlo o no, y así será. Luego, en elecciones democráticas, como las pasadas, los argentinos en conjunto decidirán. Si la mayoría está de acuerdo con que esto es una dictadura, que no hay libertad, que estamos cada vez peor, que este gobierno nos alejó del mundo, no será presidente el candidato del peronismo, sea Cristina u otro compañero. Así de simple.
Ahora, si esta minoría, mas la inexistente oposición política, más la real oposición mediática, quieren evitar que Cristina vuelva a ser candidata porque están convencidos que no hay forma de ganarle dado que la sociedad en su conjunto valora las políticas del Modelo Nacional y Popular como las mejores en esta etapa de nuestra historia, el camino no es esta hipócrita supuesta defensa de la Constitución en la que no creen, porque nadie les cree.
El problema real es ese. Y podrán congregarse espontáneamente todas las veces que quieran expresando su intolerancia, su ira, su desprecio por lo popular, su adoración por los privilegios y su agresividad, que lo que están logrando es activar las defensas de la militancia que con legítimo derecho redoblará sus esfuerzos para que esta argentina inclusiva que estamos construyendo, a pesar de ustedes, siga sumando compatriotas a esta gran torta que solo una década atrás solo se servía en sus exclusivas y paquetas mesas.
A esto debemos prestar atención. A la consolidación del modelo que después de cincuenta años les devuelve a los argentinos la posibilidad de, entre todos afianzar la justicia social en el marco de una patria libre, independiente y soberana, en cuyo camino estamos.
¡Ni un paso atrás!
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