Allá por 2011 el peculiar
operador político escondido tras el encuestador Andrés Rabossi me inició un
juicio. Ofendido porque su enemiga, la verdad, había sido dicha por mí, se
presentó en tribunales luego de haberme invitado a encontrarnos en alguna
esquina de la ciudad. Al no vernos es esquina alguna, concurrí a tribunales con
mis argumentos, simples, sencillos, y a fines de 2014 el ofendido perdió el
juicio.